Cajas de ahorro desencajadas

Parece que éste es uno de los pocos ‘lugares comunes’ de las preocupaciones de Zapatero y Rajoy. El otro día, en Moncloa, el líder de la Oposición bendijo la ayuda a Grecia y  acordó con el Presidente reformar las Cajas de ahorro. Mejor es algo que nada, así que ¡albricias! por esta mini-sutura de sus lacerantes desavenencias.

La crisis económica ha terminado por desencajar, o desequilibrar financieramente,  a muchas de estas entidades, aunque, a mi entender, todas ellas están desfiguradas (y en este sentido, también desencajadas) desde hace mucho, muchísimo tiempo. Se crearon en el siglo XIX como instituciones piadosas (‘montes de piedad’, se llamaron) con la finalidad de luchar contra la usura y favorecer el acceso al sistema crediticio a las clases sociales menos pudientes y más marginadas. Pero con el curso del tiempo cambiaron de fines y medios, operando en el campo de los depósitos, los créditos y otras inversiones con las mismas exigencias y afán de beneficios que los bancos. Beneficios – se defienden – que en parte se destinan a reservas, provisiones  y demás fondos de prudencia, como lo hacen todos los bancos,  pero que también se reparten en gran parte como dividendos sociales a través de sus variopintas obras benéficas. Al parecer, esto último es lo único que queda de su originaria piedad.

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La injerencia política en el gobierno de las Cajas las ha desencajado todavía más. “La mano sucia” de los partidos políticos ha abofeteado con demasiado frecuencia (tanta como los ciclos electorales) a honestos y capaces profesionales, resintiéndose la eficiencia e incluso la equidad de estas entidades. Ha habido mala gestión crediticia e inversora en muchos casos, excesivos intereses locales (por no decir feudales) en otros, y en general  mangoneo en la Obra Social.

Chirría también el encaje de las Cajas de Ahorro en las formas habituales de propiedad. No son entidades privadas ni públicas. Pertenecen a la sociedad – se dice- y en este sentido el adjetivo más adecuado parece ser “sociales”. Pero, ya se sabe, como en este país todo lo que es social lo acaparan celosamente los partidos políticos, quizás el epíteto que realmente mejor las caracteriza es “políticas”.

No sé cuáles serán el alcance y la naturaleza de la reforma que han acordado los políticos Zapatero y Rajoy. ¿Despolitizarlas? ¿Privatizarlas? ¿Publificarlas (perdón por la palabrota), convirtiéndolas en banca pública?  ¿Desfeudalizarlas (de nuevo, perdón) favoreciendo las fusiones, absorciones u otras formas de integración regional? No sé qué será, será … Pero sí sé lo que quisiera que fuese, aunque muy probablemente no lo sea.

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Hago votos para que las Cajas se reformen retornando a sus orígenes. Que se imponga en ellas la estrategia de abrir las puertas del sistema financiero a las clases sociales más marginadas (familias menos pudientes, trabajadores autónomos y pequeñas empresas) a quienes hoy en día se niega crédito con tanta mezquindad. Que ganen crédito social a base de darlo financieramente. Que se reconvierten, no ya en la arcaica figura de Montepío, sino en la moderna Banca ética. Ésta sería su mejor obra social. Afortunadamente, algunas Cajas han iniciado esta andadura. Con fortuna para la sociedad, pero también para ellas, pues, a tenor de los informes que asoman, estas entidades no son las que mayores problemas albergan.   

 

 

Categories: Reflexión

Comments

  1. Felipe Tajafuerte
    Felipe Tajafuerte 9 mayo, 2010, 23:21

    Como es habitual en tí amigo José María atinadísimo el análisis que haces de la situación de las cajas. Creo que el quid de la cuestión es el que describes en el párrafo «La ingerencia política en el gobierno de las Cajas…». Ahí está todo el meollo. Un saludo.

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