En Kanala, al atardecer

En Kanala, al atardecer

Kanala es un barrio que, oficialmente, pertenece al municipio de Sukarrieta-Pedernales, pero que, territorialmente, está segregado de este por el estuario de Urdaibai. Visto desde el aire (a ojo de satélite en Google maps) parece un rebaño de casas que se extiende a lo largo de la margen derecha del estuario y es atravesado por la carretera BI-3234. Su nombre, un topónimo evidente, se debe al canal por el que fluye la ría de Gernika, cuyo tramo más recto, casi kilométrico, se inicia cerca de las instalaciones navieras de Murueta, en la orilla izquierda, y termina en la playa de Kanala, llamada Kanalape. El canal se hace más visible en horas de bajamar, cuando el estuario se desprende de su capa mareal. Espectacular es el curso fluvial cuando la ría reanuda en Kanalape su juego de meandros hasta desembocar en el mar, ante Mundaka.

EL CANAL, DESDE EL CEMENTERIO DE KANALA

EL CANAL, DESDE EL CEMENTERIO DE KANALA, EN HORAS DE BAJAMAR

A mitad de recorrido del barrio por carretera, a la izquierda y muy cerca de la playa, se encuentra su núcleo más social: una pequeña ermita al borde de la carretera, el típico humilladero o “santutxu”, da entrada a un espacioso rincón, donde al fondo, en su parte más alta, destaca la iglesia de Santa María de Legendika, cuyo pórtico con cubierta de madera está abierto y resulta de lo más acogedor, entre otras cosas, porque las puertas de acceso al interior del templo suelen estar cerradas; junto a ella hay un bello cementerio con interesantes estelas discoidales y una vista del estuario esplendorosa (capaz de resucitar a los muertos); hay también una área lúdica, con un pequeño parque infantil, un frontón adosado a la iglesia por su frontis y una canasta de baloncesto fijada en una pared; por último, nada más pasar la ermita, a la izquierda, está el edificio “D. Nicolás Arrótegui” que se utiliza como taberna y también como casa o centro social (quizás también como garito, pues en Google Maps  aparece señalado con el nombre “Garito Urdaibai”). Es un rincón propicio para la mística (incluso en el pórtico de la iglesia, cuando esta está cerrada), la melancolía (en el camposanto), el juego (en el frontón) y la relajación (en la taberna).

Kanala_Cementerio

CAMPOSANTO DE KANALA

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IGLESIA DE SANTA MARÍA DE LEGENDIKA

A este lugar nos acercamos (la cuadrilla de matrimonios que elogié en «Lo que heredamos de nuestras hijas») a primeras horas de la tarde del pasado 10 de junio para prolongar la sobremesa que habíamos abreviado en el restaurante Lekiza, en Basondo. Mientras esperábamos a que abriesen la taberna, deambulamos por la zona del frontón, muy castigada por el sol en aquella hora, y nos aliviamos después con la frescura del umbroso pórtico de la iglesia; también ojeamos el bello cementerio, aunque fugazmente, porque triste, e incluso amarga, es la santidad de los camposantos. Ya en la taberna, a las cinco de la tarde, elegimos sentarnos al aire libre en un recinto herboso adjunto al edificio, ajardinado rústicamente y habilitado como una terraza natural con vistas al estuario. Era hora de pleamar y el cauce de la ría, casi engullido por la marea, apenas se vislumbraba; solo el deslizamiento de alguna que otra pequeña embarcación permitía adivinarlo.

Y allí sentados, a la sombra de una encina, cada cual con su consumición,  charlamos y charlamos… entre sorbo y sorbo… y entre risas y risas. Bullicio de seres vivos, justo al lado de la quietud de seres muertos, pues solo una pared de media altura nos separaba del cementerio. Pensar en este contraste descontroló mi cerebro. Aquella tarde me había propuesto no pensar ni reflexionar sobre asuntos serios, pero mi cerebro es ya como uno de esos grifos viejos que, aunque lo cierres y vuelvas a cerrar, no deja de gotear. Y goteó tres pensamientos. Los dos primeros muy seguidos, el tercero tardó más en asomar.

El primero de todos me vino del lado de los muertos. Pensé en la frase lapidaria de Virgilio que, aunque no esté escrita en los cementerios, la suelen leer en su interior la mayoría de sus visitantes: “Tempus fugit”. Reflexioné unos segundos sobre la fugacidad de la vida, mientras contemplaba en la ría cómo desaparecía rápidamente una barca siguiendo su rumbo fuera de mi campo de visión.

El segundo pensamiento fue más economicista. Si la vida es tan fugaz, pensé, hay que aprovecharla y no malgastarla, extrayendo de ella su mejor jugo. Precisamente, G. Bernard Shaw definió la ciencia economía como el arte de sacar el mejor jugo a la vida. La cuestión es cómo hacerlo. Mirando el canal de la ría, muy desdibujado por la marea como ya he dicho, me cuestioné sobre el canal de mi vida, sobre si estaba, o no, cubierto por mareas frívolas y necesitado de ser dragado; en definitiva, reflexioné sobre cómo estaba canalizando mi vida en su viaje hacia el mar, que es el morir (según la conocida copla de Jorge Manrique).

Pasó cierto tiempo hasta que goteé el tercer pensamiento. Maduraba la tarde mientras seguíamos conversando, apurando ya nuestras consumiciones y pasando de risas a sonrisas. Y aquel pletórico atardecer, con mi segundo pensamiento todavía hambriento de respuesta, me hizo evocar a San Juan de la Cruz escribiendo: “A la tarde, se nos examinará en el amor”. Me turbó la duda de si había acumulado, o no, suficiente amor en mi vida, a mi edad, en ya un evidente atardecer. Pero pronto la despejé recordando también el consejo de Horacio: “Carpe diem”. Olvidándome del pasado, me centré en el presente, en aquel día, en aquella tarde. Mirando de izquierda a derecha, observando a mis amigos y amigas, y en especial a mi mujer, me sentí querido por esas personas y sentí que yo también las quería. Me sentí aprobado en el místico examen que nos anunció el fraile carmelita hace ya más de cuatro siglos. Porque…¿acaso no se esconde Dios en las personas que nos rodean, que están próximas, que son prójimos?. (Prójimo y próximo tienen el mismo origen etimológico y, de ahí, significados semejantes). Ni decir tiene que, con ese sentimiento, me levanté de la mesa contento, aun siendo consciente de que en esto del «querer y ser querido» el examen será continuo hasta que mi vida llegue al mar.

Termino confiando en que quien lea lo escrito se muestre indulgente con el uso de tantas referencias a personajes célebres. Me temo que he rozado la pedantería.

En un balcón de Kanala. Si al atardecer se nos examinara de la amistad... sobresaldríamos.

 EN KANALA, AL ATARDECER

Categories: Viajes

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