Tiempos para la elegancia
Buenos tiempos estos de Navidad y Año Nuevo, aunque sólo lo sean porque propician nuestra elegancia. No en el sentido banal de refinar nuestros modales y apariencia, sino en otro más profundo y humano.
En estas fechas, más que en otras, las tradiciones familiares y las convenciones sociales nos empujan a elegir: jugar o no a la lotería, y dónde; felicitar o no las fiestas, y a quién; regalar o no cosas, y qué; evadirse o no de los familiares, y cómo; hartarse de viandas o dar de comer al hambriento; prevenir la mordida del IRPF o resignarse ante las fauces del fisco; mirar hacia atrás, al viejo año, o hacia delante soñando con el nuevo, etc. etc.
Especialmente costumbrista es esto último. El tránsito del año viejo al nuevo suele emborracharnos con nostalgias y esperanzas. Repasamos los hechos relevantes del tiempo que se ha ido y soñamos con lo que nos puede deparar el porvenir. Nos acostamos haciendo balances del pasado y nos despertamos acariciando presupuestos del futuro. El dicho popular “Año nuevo, vida nueva” sugiere que en nuestro estado de animo terminan dominando los deseos de cambio sobre la inercia, la actividad sobre la pasividad, el movimiento sobre la muerte.
Sentir el pulso del tiempo, de forma tan especial, es un regalo de Navidad. Puede zarandear nuestra vida para que la aprovechemos mejor. Nada hay más escaso que el tiempo – “tempus fugit ”- y ser consciente de ello puede provocarnos un saludable renacimiento: reverdecer el ánimo, elegir nuevas rutas vitales y sacar más jugo a nuestra efímera existencia.
La verdadera elegancia es el arte de elegir bien el modo de vivir. Repasemos, pues, nuestro “currículum vitae”, reflexionemos y elijamos. Seamos elegantes, amigos. Vivamos mejor en un mundo mejorable. Son mis deseos ante el latido del tiempo, entre los años 2009 y 2010.
Me ha gustado mucho la frase «La verdadera elegancia es el arte de elegir bien el modo de vivir».
Zorionak ta urte berri on