Sobre la ‘cosa pública’ (3): buscando fama.
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Este vicio está especialmente extendido en la administración pública. Muchos gestores de la ‘cosa pública’ buscan afamarse por el mero hecho de cumplir con sus obligaciones, incluso cuando su gestión está ya suficientemente remunerada. Buscan la fama como una especie de plusvalía, cuyo hedor excremental termina pagando injustamente el sufrido ciudadano. Abundan los casos. Les contaré uno de ellos, que he descubierto recientemente, procurando decir el pecado pero no los nombres propios de los pecadores.
Paseaba por una hermosa villa marinera, ojo avizor ante la posibilidad de reencontrarme con furtivas heces perrunas como las que me habían sobresaltado unos metros antes, cuando atrajo mi atención la nueva cara de un edificio palaciego que yo recordaba en estado de abandono y que ahora mostraba vida interior y balcones abanderados. Curioso, me acerqué a su entrada para conocer el destino o los beneficiarios de tan bella operación de cirugía urbanística. Adosada a una de las dos rectangulares columnas de piedra que escoltan la verja de entrada al jardín hay una placa donde se dice que el palacio ha sido rehabilitado e inaugurado como casa consistorial en diciembre del 2007, escribiéndose a continuación, con babeante reconocimiento, los nombres del alcalde y de un alto cargo del Gobierno Regional.
No sé qué habrán hecho estos personajes para merecer este honor. Quizás han aportado dinero de su propio bolsillo para financiar la rehabilitación del palacio, o han sacrificado horas de ocio y familia velando por su feliz acabado. Si es así, les pido perdón por mis osados pensamientos. Pero si sólo han cumplido con su obligación, la mención honorífica me parece indebida, un leve (seamos indulgentes) excremento moral.