Un viaje a la antigüedad
He visitado recientemente regiones turcas cargadas de historia y, en parte también, de fantasía geológica. He admirado las riquezas arqueológicas de las ciudades costeras Antalya y Perge, pero sobre todo, me ha fascinado Anatolia central. He enmudecido ante la belleza de Capadocia y me han conmovido los latidos sufistas del ‘Museo de Mevlana’, en la urbe islámica de Konya. El viaje, de los llamados “organizados”, ha embrollado mis preferencias sobre las formas de viajar, pues ya no estoy tan seguro de las ventajas de “ir por libre”. Esta excursión a Turquía ha aumentado el número de las personas que aprecio, lo que no es poco.
Capadocia, capricho de la naturaleza
Dicen que, etimológicamente, proviene del término Katpadukya, que significa “Tierra de los caballos hermosos”. Al parecer, bajo el dominio de Asiria y Persia, los vistosos corceles de esta región se entregaban como regalo o tributo a los sátrapas de turno. Aunque ya no se ven caballos, la región conserva sin embargo numerosos rebaños de “Chimeneas de las hadas”, insólitas esculturas naturales de variadas formas, como conos, columnas ensombreradas, hongos o setas, y otras curiosas figuras. Se dice también que los lugareños, hechizados por estas fantásticas siluetas, pensaban que estaban habitadas por duendes y hadas, explicándose así el origen de su nombre. Algunas chimeneas parecen tan caprichosas como los mismísimos “Caprichos de Gaudí”, de modo que los guías turísticos suelen bromear alardeando de que el célebre arquitecto catalán se inspiró en ellas.
Capadocia no deja de ser una capricho de la naturaleza, o mejor dicho, una azarosa confabulación de distintas fuerzas naturales. Primero fue la cordillera Taurus que, al emerger en Anatolia mediterránea hace sesenta millones de años (en la misma era geológica en que se formaron los Alpes), provocó profundas depresiones térreas en esta parte de Anatolia central. Posteriormente, desde el mioceno hasta el plioceno, los volcanes Erciyes, Göllü, Melendiz y Hasan, que hoy tan sólo son altivas cumbres sin fuego, convulsionaron la zona con exuberantes erupciones, cubriendo los barrancos de lava y formando una meseta de toba, y de otros materiales erosionables, con un espesor medio de 150 metros. Finalmente, con el curso del tiempo, las aguas torrenciales, los vientos afilados y las oleadas de frío y calor fueron escindiendo, horadando, coloreando y limando la capa de piedra caliza del lugar hasta dotar a laderas y valles de “paisajes lunares” y esculpir en ellos las “Chimeneas de las hadas”.
La acción humana también ha dejado huella en su paisaje. Dada la porosidad de las rocas y el terreno, los lugareños prefirieron la horadación o excavación a la edificación como estrategia urbana para construir viviendas, refugios y recintos religiosos. Son llamativos los numerosos paredones agujereados y habilitados como hogares e iglesias. Y son asimismo espectaculares las doscientas ciudades subterráneas que hay en la región. Ni decir tiene que el ser humano ha desplazado a ‘las hadas’ como habitante de numerosas ‘chimeneas’.
Capadocia, alfombra de la historia
Aunque toda la región de Capadocia es fascinante, su núcleo más famoso está en el triángulo formado por las poblaciones Nevsehir, Avanos y Urgup (situado en la parte alta del rectángulo rojo insertado en el mapa de Turquía y detallado en el siguiente dibujo), en cuyo interior se encuentra el Parque Nacional de Göreme, reconocido por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad. Fue un placer recorrer estos emblemáticos lugares contemplando su inmensa riqueza natural y cultural.
En el Parque se conservan, abiertas al público, varias (conté hasta seis) iglesias excavadas en las rocas o en orondas “chimeneas”. Todas ellas albergan frescos pictóricos de enorme interés cultural. Aquí sólo reproduciré dos, uno de la Iglesia Karanlik en el que se representa a Jesucristo en la Cruz, y otro de la Iglesia Yilaldi que muestra a San Onofrio desnudo.
Sorprende la viveza de colores de los frescos de la “Capilla Oscura”, como también se llama a la Iglesia Karanlik, que debe este adjetivo al hecho de que no entra la luz en el recinto salvo por un ventanuco en el nártex o atrio. Choca a la vista que la oscuridad reinante sea la salvaguardia de tanta vistosidad y alegría pictórica. Nos explicaron que una luz natural invasiva hubiera deteriorado las pinturas. Me hizo gracia la idea de que, al menos en este caso, las tinieblas triunfasen sobre la luz. Ni decir tiene que está prohibido sacar fotos y la que muestro, obviamente, es prestada.
Capadocia es fabulosa hasta el punto de rendir culto incluso a las fábulas. Me llamó la atención el fresco de San Onofrio (más conocido entre nosotros como San Onofre), ermitaño egipcio del siglo IV, extremado penitente, y santo oficial por su heroica renuncia a los placeres mundanos y al confort material. Dicen de él que se vestía con sus propios y luengos cabellos, y que vivió al aire libre, o en cuevas sin ajuar alguno, por lo que se le venera como protector de los tejedores y de los “sin techo” que buscan vivienda (¡oportuno abogado celestial!- pensé-para estos tiempos de crisis inmobiliaria). Pero también se fabula sobre él que fue un hermafrodita, un ser humano con atributos de ambos sexos, que eligió la castidad, o bien por pudor, o bien por virtud frente a libidinosos pretendientes, refugiándose en el desierto. Incluso hay una versión más delirante, según la cual Onofrio, en su juventud, fue una hermosa mujer que, habiendo enviudado pronto, rogó a Dios que le librase de sus acosadores, siendo escuchada por el Todopoderoso, quién cubrio su cuerpo de vello y su cara de barba para espanto de sus pretendientes. Recuerdo que Eugenio, un compañero de excursión, al escuchar estas historias y ver la pintura rupestre, bromeó susurrándome que San Onofrio bien podría ser el patrono de los transexuales. Vean, vean cómo el fresco (pintado en el siglo XI) evoca este mito (o ¿hecho?) sobre la ambigüedad sexual del santo. En él se muestra al ermitaño, a la izquierda de S. Tomás y S. Basilio, desnudo, con mucho cabello y larga barba, senos resaltados y genitales inciertos al estar cubiertos por una palmera.
Cuando nos alejábamos de Capadocia, camino de Konya, sentí como si dejase de pisar una maravillosa e indeleble alfombra. El día anterior habíamos visitado una famosa fábrica de alfombras en Avanos y todavía recordaba el mejor de los elogios comerciales con que nos tentaron a comprarlas: “Estas alfombras– nos dijeron- están hechas de modo que no se aviejan, sino que se anticuan; y además, cuanto más se usan y más pesadamente se pisan, más lucen en su antigüedad”. Capadocia también está formada de modo que no se avieja ni caduca ni se pierde, sino que con el curso del tiempo sólo gana volviéndose más antigua. Es una alfombra de la historia del planeta y de la humanidad, pisada por numerosos avatares geológicos y civilizaciones humanas, que han dejado en ella imborrables huellas de gran belleza y valor.
La caravana de Mevlana Rumi
Konya es una ciudad tradicional y religiosa que campa en medio de una inmensa llanura a más de mil metros de altitud. Me sorprendió comprobar que el número de mezquitas y recintos islámicos por metro cuadrado no es menor que el de las iglesias y capillas católicas en Roma, Toledo o Salamanca. Urbe profundamente islámica, no parece sin embargo islamista o fundamentalista en sus creencias, quizás por la cepa sufista que prendió en sus ‘madrassas’ en el siglo XIII bajo la influencia de Mevlana Rumi y que ha prosperado hasta nuestros días. Precisamente en el 2007 se cumplieron ochocientos años del nacimiento de este filósofo, poeta y místico musulman, motivo por el que la UNESCO lo declaró ‘año de Mevlana’.
En mi visita al Museo dedicado a este apóstol del sufismo, aprecié la belleza arquitectónica del recinto donde está su mausoleo. Me encandiló la luz que se filtraba por sus vidrieras. Contemplé embelesado el colorido de sus techos, travesaños, paredes y columnas. Admiré los magníficos mosaicos, alfombras y velones que ornan la estancia. También me asombraron los rosarios de mil cuentas, la colección de ediciones del Corán, los instrumentos de música sacra y otros curiosos objetos de cultura islámica exhibidos en la sala contigua.
¡Ven, ven, quienquiera que seas!
Infiel, religioso o pagano, poco importa.
¡Ven, aunque hayas roto mil veces tus promesas!
¡Ven, a pesar de todo, ven!
Nuestra caravana no es la de la desilusión!
Nuestra caravana es la de la esperanza!
Son versos de un conocido poema del propio Mevlana Rumí dedicado a la tolerancia y la aceptación universal de los seres humanos. Yo los desconocía, y quizás por ello me agradaron tanto. Los aprecié de forma especial pensando en la situación de la mujer turca, en su escasa presencia pública, en su ocultamiento social y probable privación de derechos ciudadanos.
En Konya apenas se veían mujeres en las calles, los hoteles, los bares, y los bazares. Lo mismo habíamos observado en Capadocia y también, aunque en menor medida, en la turística Antalya. La casi invisibilidad de la mujer turca ensombreció nuestra admirativa visión de Turquía. No en vano, la semana anterior, se había celebrado internacionalmente “El día de la mujer trabajadora”.
Nos entristeció la impresión de que, al menos en esta parte del país, se sigue creyendo que la luz pública es enemiga de la dignidad de la mujer, de la misma manera que la luz natural o artificial lo es de los frescos pictóricos de la ”Capilla Oscura“ de Goreme. Perversa y contraproducente creencia ésta, pues en este caso, bajo su tiránico influjo, lo que realmente se logra es roer la personalidad de la mujer, hasta el punto de hacer de ella una persona marcada, desfigurada e incluso abducida por las abusivas atribuciones del varón, una especie de S. Onofrio (con perdón) para espanto de la humanidad.
En el camino de retorno a Antalya estuve recordando los versos de Mevlana. Me nació evocarlos así:
¡Ven, ven, quienquiera que seas!
Hombre o mujer, poco importa.
¡Ven, a pesar de todo, ven!
Nuestra caravana es la de la esperanza!
Ya de vuelta a casa, dormitando en el avión, soñé que «la caravana de la esperanza» de la mujer turca es la Unión Europea. Sólo por esto, porque la incorporación de Turquía a la caravana europea podría favorecer la integración social de sus oscurecidas ciudadanas, nos merecería la pena despertar para hacer realidad este sueño.
Oye, que dan ganas de irse a Turquía con este relato tan majo que nos has dejado. Muy divertido lo del santo transexual y muy sugerente la reflexión sobre las mujeres turcas. No consigo quitarme del recuerdo la imagen de algunas mujeres turcas en Munich, tapadas enteras, que daban pena caminando detrás del «señorito», vestido éste con bermudas y camiseta deportiva de tirantes.
Por cierto, a media lectura he visto que ponía Kenya y me he preguntado: pero, bueno, este hombre ¿no deja de viajar?
Gracias por tus comentarios y por tu advertencia del desliz sobre «Kenya». Son las trastadas del corrector automático del Ordenador que al no reconocer el término Konya lo traduce por Kenya.
¡Hola! Compañero de viaje:
Al igual que los comentarios de nuestro guía, tu relato resulta enriquecedor y lleno de sabiduría, sin embargo difiero un poco en cuanto a la visibilidad de las mujeres. Creo que somos un poco pretenciosos en tratar de entender un país con nuestra visión occidental y tratar de que las piezas encajen en nuestra visión de igualdad. Vengo de un país latinoameticano donde poco se da religión musulmana, podríamos pensar que las mujeres están igualmente discriminadas, sin embargo son las costumbres sociales las que hacen que sus relaciones familiares y amistosas se desarrollen dentro del hogar y no en los bares como acostumbramos en Bilbao. Un saludo y gracias por tan bello regalo.
Hola, Jose Mari ¡
Dicen que recordar es volver a vivir, y después de leer tu magistral bitácora sobre nuestra particular caravana, he vuelto a sentir algunas emociones, que aunque tamizadas por la distancia y nuestro marco vasco de referencia, me siguen reconfortando. Y he esbozado una sonrisa recordando la dignidad y la entereza con la que llevaste la cruz de tu resfriado durante nuestra gélida ruta.
Un fuerte abrazo,
Eugenio
En efecto, Rosy, Turquía no es el único país donde la mujer está socialmente oscurecida. Hay muchos otros, entre ellos algunos Iberoamericanos (por ejemplo, México, que conoces tan bien), donde ocurre más o menos lo mismo, debido a condicionantes religiosos, factores culturales, costumbres sociales u otras causas. Quizás tenga prejuicios occidentales, pero no puedo dejar de creer que una sociedad sin igualdad de oportunidades para hombres y mujeres es una sociedad mutilada y más pobre.
¿El escaso asomo social de la mujer en Turquía obedece a factores religiosos?. No lo sé con certeza, pero si así fuere, el humanismo de Mevlana, con su inmensa tolerancia y universal aceptación de los seres humanos, me lleva a pensar que no es propiamente el Islam lo que cierra puertas a la mujer, sino determinados islamismos perversos o reduccionistas.
Un abrazo para ambos, Rosy y Eugenio.
hola querido amigo me he emocionado al leer tu relato como siempre me has fascinado y ya sabes que yo soy muy melancojonica os echo mucho de menos a ti y al poeta de Yon me debeis una ronda pues ya os pague bastante con mi compañia jaja besos
Kaixo José Maria, … de verdad que yo la proxima vez que viaje quiero un guía como tú; autentico, no es por nada pero leyendo tu descripción y comentarios me ha parecido volver a viajar. Gracias «señor del resfriado». Ya estas pisando fuerte las alfombras ? jeje. Un abrazo desde Elorrio. Ara
Eskerrik asko, inolvidables Mavi y Ara. Vuestro aprecio hace buenos mis recuerdos. Y con buenos recuerdos se puede tejer una alegre alfombra por donde caminar risueño hacia el futuro. Un abrazo.