A Podemos: Humildad es verdad.

En la jornada de reflexión intento salir de dudas repensando sobre Podemos. Digo Podemos y no UP, porque UP = Podemos por manifiesta absorción. En mi flujo y reflujo de pensamientos reconozco que me ha gustado la metáfora de la casa IKEA que usa en su marketing político para exponer su programa. Quizás porque esta metáfora me resulta familiar como economista, ya que economía significa etimológicamente “el orden de la casa” (oikos y nomos son los étimos griegos que conforman esta palabra). La profesión de  economista consiste, en primer lugar, en explicar cómo está ordenada la casa y cómo se vive en ella de acuerdo con este orden (es el denominado análisis positivo) y, en segundo lugar, en recomendar cómo cambiar el orden de la casa para vivir mejor, retocándola, reformándola o reconstruyéndola (análisis normativo). Obviamente el concepto de  casa es elástico y puede concretarse en economía doméstica, empresa, comunidad autónoma, país, unión de países etc.  Podemos, revestido de socialdemocracia sueca, nos ofrece su casa.

Muchas otras cosas de Podemos me han gustado, y en parte me siguen gustando, entre las que destaco su afán de limpieza y regeneración del sistema político y su gran sensibilidad social. También suscribo muchas de las intenciones y objetivos que se muestran en su programa económico, aunque tengo dudas de que se puedan lograr en el plazo de tiempo que se contempla (una legislatura) y con las medidas que se proponen. Como el Brexit ha trastocado las previsiones sobre el crecimiento del PIB y otras variables referenciales, la programación de Podemos, como la de otros partidos e instituciones,  ha quedado obsoleta y por tanto no considero oportuno exponer tales dudas. Solo decir que la carencia de una programación financiera rigurosa me suscita desconfianza. Con la expresión “programación financiera” me refiero no solo a la programación presupuestaria (ingresos, gastos y déficit) sino a la gestión de activos y pasivos de las Administraciones Públicas, en especial a la refinanciación  de la deuda pública que vence a corto plazo (antes de un año)  y cuyo valor aproximado ronda los 750.000 millones de euros, un 70% del PIB, según datos del Boletín de la Deuda Pública del 1 de abril del 2016 publicado por el Banco de España.

Pero tengo otros motivos para desconfiar de Podemos. Encuentro presuntuoso, por no decir fatuo, el propio nombre “Podemos”. Y es que…en la vida, en la economía y en la política “no siempre se puede” por mucho que se grite en la calle “Sí se puede”. Solo por esto, Podemos me suena a falso. Esta sospecha de falsedad se refuerza cuando escucho opinar y discutir a los Iglesias, Bescansa, Mayoral, Espinar y otros líderes supremos. Qué arrogancia y prepotencia exhiben. Pretenden  incluso «fundar la verdad» (sic dixit Errejón en la Coruña el otro día durante un mitin). Deberían aprender a ser más humildes y modestos imitando a Manuela Carmena o siguiendo el consejo de otra mujer venerable, la abulense Teresa de Cepeda y Ahumada, alias  Sta Teresa, quien hace ya cinco siglos nos advirtió que “humildad es verdad”. Y arrogancia es falsedad, me atrevo a colegir. Así, su chulería me lleva a considerarlos falaces. Y claro está, de los falaces no te puedes fiar.  La casa de Podemos, por muy engalanada que esté con  el estilo IKEA, no me parece verdadera.

Políticamente, soy un homeless.  En el espacio político actual no encuentro casa donde alojar mi racionalidad y mi sensibilidad social  (ambas) con un mínimo de decoro y credibilidad. Mi voto es errante. Desde que comenzó la crisis  suelo vagar por la izquierda porque tira más de mí mi corazón solidario.  La última vez que voté sorteé mi voto entre partidos de izquierda. Creo que también lo haré esta vez.

 

Categories: Reflexión

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