Es el gobierno que nos prometió Rajoy en una sesión parlamentaria preelectoral. Es de suponer que con esta castiza expresión no quiso referirse a un gobierno teocrático (Dios nos libre), sino a uno donde mande el sentido común, como al parecer él mismo matizó. Ahora bien, ¿a dónde nos lleva el sentido común?. Si de la vista, el oído, el olfato… se dice que con ellos uno percibe lo que quiere percibir, ¿qué cabe esperar del sentido común, del que también se dice que es el menos común de los sentidos?. Y es que el adjetivo “común” suele cargar de falacia, e incluso de felonía, al sustantivo que acompaña. Piénsese por ejemplo en el cacareado “bien común”, en aras del cual con frecuencia se inmola a mucha gente inocente para privilegiar a algunos sinvergüenzas.
Pero, ¿qué es sentido común? Supongo que la facultad de percibir lo que es obvio, claro, indiscutible… tanto para uno mismo como para los demás. La referencia comunitaria parece esencial. De ahí que sea harto improbable que haya sentido común, y asaz arrogante pretender conducirse y conducir a los demás bajo su presunta luz. Pocas cosas (si alguna) son obvias e indiscutibles en el mundo, la vida, la sociedad y la economía. Apelar sin recato al sentido común es mancillar la verdad. Y revestirse de él para justificar ciertos actos una obscena impostura.
Ayer conocimos algo de lo que el Gobierno popular cree que es de sentido común para solucionar los graves problemas de la economía española. Al menos para mi no es tan obvio que lo que proponen sea lo más adecuado. Pero no voy a discutir aquí y ahora las medidas de austeridad anunciadas ni el pretexto (su estimado déficit público del 8% del PIB) que esgrimen para justificar su fiereza. Solo quiero desear al nuevo Gobierno que estrene el nuevo año “como Dios manda”, evocando para ello el consejo de una santa.
Teresa de Cepeda y Ahumada, santa abulense, nos dejó escrito el siguiente consejo: “Humildad es verdad”. Así pues, deseo al Gobierno Popular que sea menos arrogante para ser más verdadero.