Ongi etorri, Maddi

11/30/2013

Cuando Mikel y Naiara me anunciaron que su hija (mi nieta) se llamaría Maddi, me extrañó tanto el nombre que les pregunté por su significado. Me contestaron que es un nombre muy común en Iparralde, que se pronuncia algo así como Mayi  y que viene a ser un sinónimo de Mari. Insatisfecho con esta escueta explicación, he recurrido al diccionario onomástico de Euskaltzaindia y a otras fuentes en busca de más información, pues no me gusta la idea de llamarla con un nombre sin sentido.

El mito. A tenor de lo que he leído, Maddi es efectivamente una variante onomástica de Mari,  el personaje más importante de la mitología vasca. Como la diosa Ge (griega) o Gea (romana), representa a la madre tierra, reina de la naturaleza y de todos los elementos que la componen, en especial las montañas. Numen de gran poder, reside en las entrañas de la tierra y usa las cuevas para salir a la luz. Se le atribuyen varias cuevas- santuarios, ubicadas en los grandes montes de Euskalerria, por las que expele su ira contra las injusticias en forma de tormentas y en las que acoge, como refugios, a las personas inocentes. Entre ellas destaca, a modo de ‘sancta sanctorum’, Mariren Koba, cueva situada en la escarpada pared del lado Este del Anboto, cuyo acceso no es fácil ni está exento de riesgos. (El siguiente foto-montaje está elaborado con fotos tomadas de Wikipedia).

“La Dama de Anboto”- así es mentada Mari por su especial presencia en este monte- sanciona con severidad las conductas humanas impropias. Sobre todo, castiga la mentira, el orgullo, el robo y el incumplimiento de la palabra. Qué pena que Mari reine solo en el mito y no en nuestra sociedad, donde tanta impunidad tienen quienes mienten con soberbia, incumplen sus promesas con prepotencia y roban con descaro.

La realidad. Nuestra Maddi salió de su cueva materna el día 2 de noviembre a las 7h: 40m, tras abrirse paso hacia la luz con ciertas dificultades. A pesar de ello, fue una niña muy bien venida, entre otras razones, porque nació en buena hora y buen día. Vio la luz con el sol naciente, que en aquella madrugada porfió también entre nubes para alumbrar la faz de Euskalerria. Me pregunto si hay mejor momento para nacer que cuando amanece. Fue bueno también el día de su llegada, una fecha en que solemos recordar a los seres queridos que ya se han marchado. Porque esta coincidencia temporal le facilitará cumplir con el precepto del bien nacido: ser agradecido. Es de esperar que, para cuando ella alcance la madurez, muchos de quienes le ayudaron a nacer y crecer se hayan ido. Pero, aunque ya no estén, Maddi tendrá todos los años una ocasión singular para agradecerles: su fiesta de cumpleaños, en la que  podrá invitarles a  sentarse en el mejor sillón de sus recuerdos.

Ahora, tras un mes de haber nacido, Maddi habita plácidamente en el corazón de una bella montaña, como es la  unión de sus padres, su familia. Y crece guapamente, embelleciendo todavía más su hogar. Como abuelo, estoy orgulloso de esta hermosa trinidad:

Retornando al principio, diré que ya no extraño el nombre Maddi. Ahora sé cómo llenar de sentido esta palabra cuando llame con ella a mi nieta. Al pronunciar su nombre intentaré recordar la ética de Mari: evitar la mentira, renunciar a la soberbia, respetar la palabra dada y no robar. Ongi etorri, Maddi, eta eskerrik asko, porque me vas a hacer mejor persona.