Caminamos hacia una nueva recesión. El FMI, la UE, el BE, el BBVA, la CECA y otros muchos vaticinadores nos bombardean con negros presagios para el año 2012 e incluso para el 2013. El Gobierno de Rajoy también asume este vaticinio, e incluso lo enarbola para ganar ahora indulgencias de la UE y comprensión de la ciudadanía tras haber alardeado antes, bajo los efectos de su embriagante victoria electoral, de poder cumplir con el objetivo del 4,4 % de déficit público para finales de este año.
Las deprimentes políticas de austeridad en boga, aquí y en Europa, nos arrastran hacia la senda del decrecimiento. Con recesión a la vista es lógico esperar que muchas empresas registren tres trimestres de malos resultados en ventas o ingresos y que por tanto se acojan a las facilidades que ofrece la nueva reforma laboral para recurrir a los despidos procedentes (muy abaratados). Con esta perspectiva, no pocos vislumbran para el 2013 una estremecedora grieta social. La reforma laboral será “justa, buena y necesaria”, según canta Rajoy, pero nos pone los pelos en punta. ¿Acaso no provoca vértigo la creciente aproximación a esa abisal cifra de seis millones de parados? Sorprende que no haya habido hasta ahora estallidos sociales violentos (las movilizaciones del 15 M, en general, no lo fueron). Pero el riesgo de que los haya se disparará conforme el desempleo se agigante hasta esos extremos y el desamparo institucional se extienda con los benditos recortes. El generoso menú de opciones que la reforma ofrece a los empresarios incluye también la flexibilidad interna (en horas y horarios, en reubicaciones de puestos de trabajo, en salarios). Es la pastilla que se nos da para no sentir tanto vértigo ante el potencial desenfreno del paro.
Se nos hiela el ánimo al comprobar la frialdad con que el Gobierno admite que, en efecto, la bolsa de parados va a aumentar a corto plazo, sin proponerse paliar las secuelas sociales de este agravamiento. Y suena a burla su afirmación de que la bondad de la reforma laboral se notará en el largo plazo, cuando aflore de nuevo el crecimiento económico, sin decir nada sobre cómo piensa activarlo. Porque, ¿qué motores pretende encender para que la economía española crezca? ¿O quizás espera que la salvación nos venga de fuera? Con las AA.PP desinfladas, los sistemas de salud y educación agrietados, los gastos en I+D +i mermados, el consumo y la inversión interna bajo mínimos, el sistema financiero mimado en su juego al solitario, la gobernanza de la UE desatinada, la economía europea y la mundial renqueantes… ¿cómo nos vamos a recuperar?
Esperemos a la primavera presupuestaria (el Gobierno insiste en presentar los Presupuestos 2012 a finales de marzo) para conocer por donde nos va a salir el sol. Mientras, a sufrir el vértigo de la reforma laboral. ¡Que la flexibilidad interna de las empresas nos lo aminore!, pero sin abusos.