Manuel Marchena ha sido uno de los siete jueces del Tribunal Supremos que ha firmado la sentencia condenatoria del juez Garzón por su “garzonada” (su autorización de escuchas telefónicas en el caso Gürtel). Según la resolución judicial, Garzón prevaricó por incumplir la ley a sabiendas de que lo hacía. Pocos días después, Marchena ha hecho su “marchenada”. Ha archivado, como juez instructor, otro proceso judicial abierto contra Garzón (el caso de los cobros por cursos universitarios en Nueva York) alegando la prescripción del delito de cohecho impropio. Al parecer, este juez ha mantenido abierto el proceso hasta poco después de la sentencia sobre el caso Gürtel a sabiendas de que el delito ya había prescrito. ¿Motivos?. Según la parte querellante (obviamente, nada sospechosa de garzonfilia), lo ha archivado porque ya no le resultaba útil para “buscar la cabeza de Garzón” (sic), e incluso sugiere que Marchena ha prevaricado. ¿Se aplica al juez Marchena eso de “la paja en el ojo ajeno y la viga en el propio”? Juzguen ustedes.
Tras el revuelo social provocado por el auto del Tribunal Supremo sobre el caso de las escuchas”, el presidente y la portavoz del Consejo del Poder Judicial, y otros jerarcas judiciales, comparecieron ante los medios de comunicación para reafirmar la absoluta imparcialidad de los jueces y defender que tanto el proceso como la sentencia habían sido impecables. Y cómo no, nos instaron a respetar y confiar en el sistema judicial porque de lo contrario se socava el Estado de Derecho. Creo que los jerarcas judiciales piden más de lo que dan. El respeto y la confianza se ganan, y maniobras como la “marchenada” sí que socavan la fe en la justicia que nos administran.