Sobre el rescate de España están circulando dos leyendas, una financiera y otra política. En la primera, narrada por agoreros, se vaticina la quiebra de la deuda pública española y con ella la ruina de nuestro Estado de Bienestar. La segunda viene a ser un cántico del Partido Popular en el que se postula la redención de la política española tras ocho años de secuestro socialista.
Sobre el rescate financiero de España
En mayo del 2010 afloraron las primeras dudas sobre la solvencia de la deuda pública española. Hasta entonces los mercados financieros habían permanecido relativamente mudos, tranquilos o dormidos ante el devenir de nuestras finanzas públicas y eso que en los años 2008 y 2009 ya hubo tanto estrépito económico como para despertar a un muerto. Es de suponer que los atontó su embriagante racionalidad. En cualquier caso, desde entonces no pocos, sobresaltados o quizás exaltados por el despertar de los mercados, apuestan por una España rescatada, como lo han sido ya Grecia, Irlanda y Portugal.
¿Rescate de España? Repasemos algunos datos. A pesar de todas las turbulencias padecidas y que han elevado el coste marginal de la financiación pública española, rozando antes de ayer el nivel del 7% para los bonos a diez años, lo cierto es que su carga financiera media (tipo de interés medio de toda la deuda viva) no llega aún al 4%. Descontada la inflación (un 3%), el coste real medio está todavía por debajo del 1%, porcentaje este muy cercano al ritmo al que crece la producción de bienes y servicios (PIB real), que es la renta de la economía. Conviene advertir que este coste, y no el coste marginal de un determinado título de deuda (y menos sin descuento de la inflación) es el que hay que considerar para decidir si un país debe o no ser rescatado.
Además, según el Informe Económico de Octubre 2011 del Banco de España (pag 60 y ss), la carga financiera absorbía no más que el 2,5% del PIB al término del primer semestre de este año, 2011. Aunque esta absorción haya crecido en los últimos meses por el aumento de la prima de riesgo en las nuevas emisiones de deuda, todavía está por debajo de la media de los países de la Unión Monetaria Europea (un 3%). Ello es así porque el porcentaje del PIB que supone actualmente el stock de deuda pública española es todavía, a pesar de todo, mucho menor que el porcentaje medio de la UME (aproximadamente, un 65 % frente a un 85%).
Estos y otros datos muestran que, por ahora, no hay base lógica (fundamentos financieros) para esperar un rescate. Es innegable que la economía española alberga graves problemas internos (paro, estancamiento, ineficiencia económica del Estado de las Autonomías etc.) y afronta adversas circunstancias externas (crisis internacional, desastrosa gobernanza europea etc.), y que, de prolongarse todo ello, se erosionarían más las finanzas públicas, haciéndose mucho más probable el rescate. Pero, hoy por hoy, esperarlo de forma inminente es una febril especulación, y anunciarlo con fines electoralistas una perversidad.
Rescate político de España
El Partido Popular, mientras ha estado atrincherado en la oposición, ha apadrinado la leyenda del rescate financiero para hacer más estruendosa su leyenda del rescate político. Consúltense las hemerotecas (ayer mismo la portentosa Presidenta de la CM, Esperanza Aguirre, proclamó que, a no ser por el BCE, España estaría intervenida). Si las encuestas aciertan, mañana ganará el PP y, según ellos, España será políticamente rescatada. Pero, tras su victoria, no sólo dejarán de apoyar la leyenda del rescate financiero sino que la combatirán ferozmente con los mismos argumentos que ahora desconsideran. Es lo que pasa cuando los políticos se revuelcan en hediondos oportunismos partidistas en vez de aliviarnos (a los ciudadanos) con fragantes oportunidades aprovechadas bajo una colaboración responsable.
Del rescate financiero de un país se conocen bien sus secuelas: sangre, sudor y lágrimas bajo el látigo de controladores internacionales. Por el contrario, poco se sabe de las consecuencias que acarreará el rescate político de España por parte del PP. Sobre ello también bulle una espesa especulación. De todas las ocurrencias vertidas me quedo con la beatífica promesa del Sr. Rajoy: “Voy a traer la felicidad a España”. Rezo para que esta felicidad no la controle el Cardenal Rouco Varela.