La economía de Euskadi, con un sistema productivo regenerado en gran medida tras las crisis de principios de los años ochenta y de los noventa, chirría con la crisis actual, aunque no tanto como sucede en otras zonas. Su estructura económica, menos sesgada hacia el sector inmobiliario y más hacia el comercio exterior, así como un sector público poco endeudado y unas cajas de ahorro razonablemente solventes, están evitando que el deterioro sea mayor. A esta conclusión, más o menos matizada, abocan los distintos análisis de situación que se han hecho sobre la economía vasca.
Pero el consuelo por “estar menos mal que otros” tanto en flujos económicos (internos y externos) como en stocks de capital físico, humano, y tecnológico no debería adormecer nuestra preocupación por el alcance futuro de las fortalezas y debilidades actuales de la economía vasca. Como se ha evidenciado con la génesis y el desarrollo de la crisis que padecemos, la economía es muy dinámica, compleja, resbaladiza y socialmente impactante, y por ende todos (no sólo las AA.PP, y los agentes sociales, sino también los ciudadanos), en mayor o menor medida según las responsabilidades, deberíamos estar vigilantes y ser diligentes.
Las redes sociales (Internet) están ganando en importancia como medios de concienciación y participación colectivas. Lo que está ocurriendo en el Norte de África no se explicaría sin el concurso de los internautas. Por eso creo que es oportuna la iniciativa que el Gobierno Vasco, a través de las sociedades Ihobe e Innobasque, ha puesto en marcha para suscitar debates y recoger sugerencias en las redes sociales sobre Ecoeuskadi 2020, un plan estratégico para el desarrollo sostenible de Euskadi .
Se me ha invitado a leer uno de los apartados de este documento, el titulado “Modelo productivo, empleo y competitividad”, y a airear, como bloggero, lo que su lectura me suscita razonablemente. Encuentro que hay dos mensajes centrales, ya algo tópicos, que fluyen por esta trilogía asentada en estadísticas. El primero se resume así: para potenciar la competitividad de las empresas vascas es necesario aumentar su productividad, lo que supone, entre otras cosas, que nuestro modelo productivo sea más intensivo en conocimiento, es decir, en I+D+i y TICs, apuntando este reto a los centros de investigación y universidades tecnológicas y a la necesidad de emplear cada vez más trabajadores altamente cualificados. El segundo mensaje es que la competitividad buscada ha de respetar ese código de conducta que se llama Responsabilidad Social Corporativa, dentro del cual destaca el respeto al medioambiente, para lo que se precisa una nueva política energética intensiva en energías limpias o renovables y ahorradora de recursos emisores de CO2. A tenor de los datos que se aportan en el documento, parece evidente que en Euskadi se necesita luchar en ambos frentes, el tecnológico y el ecológico.
Muchas son las cuestiones que me suscitan estos mensajes. Empezando por el reto energético, me pregunto hasta qué punto la escalada del precio del petróleo (y ¿del gas?), provocada por las revoluciones políticas que se extienden por el norte de África, mermará la competitividad exterior de muchas empresas vascas que dependen de esta fuente de energía. Asimismo, dada la renuencia de la sociedad vasca por la energía nuclear, e incluso por los parques eólicos, y a la vista de la pobre política energética del Gobierno español, generadora de tanta incertidumbre regulatoria, cabe preguntarse cómo evitar que empresas como Iberdrola, Iberdrola Renovables y Gamesa se marchen a otros países para desarrollar sus proyectos más avanzados?. ¿Cómo se podrían aminorar estos riesgos desde el Gobierno Vasco y las Diputaciones?. ¿No se puede impulsar una fiscalidad verde más incisiva?. ¿Hay margen para estimular más el ahorro energético y la educación ciudadana en el uso del transporte y la energía residencial?. ¿Cuenta Euskadi con infraestructuras de transporte adecuadas (carreteras, ferrocarriles etc.) para lograr más ahorros energéticos y reducir los riesgos ecológicos?. ¿Cómo, bajo este cúmulo de circunstancias, podemos aspirar desde Euskadi a cumplir los objetivos 20-20-20 de la UE?
Respecto al objetivo de aumentar la productividad, es obvia la enorme importancia que tiene el eje tecnológico, pero también me pregunto si no se descuidan otros ejes virtuosos, asimismo importantes. Se apela a la necesidad de modelos productivos intensivos en conocimiento, pero éste no debería limitarse a “saber hacer cosas”, sino que cada vez más, en sociedades abiertas, dinámicas y complejas, es necesario “saber relacionarse y comportarse». Es lo que se entiende como educación “informal” (la no reglada y que no está formalizada en títulos), y que consiste en enseñar y aprender a ser sociable, a tener iniciativa, a participar y colaborar, a ser puntual, leal, exigente con uno mismo, no absentista, cuidadoso con la salud… y otros valores. Cuantas horas de trabajo se pierden por fricciones entre compañeros, problemas de coordinación, impuntualidades (con listas de espera), bajas por malestares soportables y enfermedades evitables etc. Es indudable que este tipo de aprendizaje se puede hacer también fuera de los centros educativos, pero durante los largos años de estudios medios y superiores hay infinitas oportunidades para enseñar y aprender esta otra rama del saber tan poco valorada (oficialmente) pero enormemente productiva. ¿Se cultiva esto en las escuelas, los institutos y las universidades? Tengo mis dudas.
Retornado a la productividad vía tecnológica, me pregunto si las nuevas tecnologías se pueden implantar y difundir sin el concurso de los jóvenes. Es difícil para trabajadores maduros (de cierta edad) asimilar la revolución tecnológica en curso y atender las exigencias (lengua extranjera, desplazamientos) de las nuevas formas de organización empresarial. Los jóvenes están más preparados para ello y sin embargo no pueden acceder al mercado de trabajo por distintas causas. ¿Resuelve la reforma laboral en curso este problema?. ¿Basta con el fomento de las contrataciones a tiempo parcial?. ¿Favorece la actual reforma de las pensiones el relevo generacional al prolongar la vida laboral de los trabajadores maduros y dificultar las jubilaciones anticipadas?. Tengo también mis dudas.
Ni decir tiene que la elevación de la productividad y competitividad de nuestras empresas pasa también por elevar la productividad o eficiencia de las AA.PP vascas. Las inversiones públicas en infraestructuras (viarias y demás) inciden en la productividad y ahorro de costes del sector privado. Lo mismo cabe decir de los servicios educativos, de salud, de justicia, de orden público, etc. Todos inciden directa o indirectamente en la productividad de los agentes privados. Esto es evidente, como lo son las grandes dificultades burocráticas que con frecuencia afrontan las empresas y que suponen costes nada despreciables. ¿Esta bien conformado el sector público en Euskadi?. ¿Hay ineficiencias evitables?. ¿Es demasiado costoso para los servicios que presta?. Hablar de modelo productivo de Euskadi sin tener en cuenta la productividad y eficiencia del sector público vasco me parece un ejercicio alicorto.
Obviamente me quedan más reflexiones por hacer y más cuestiones por plantear. Por ejemplo, discutir el Pacto de Competitividad que Merkel y Sarkozy pretenden imponer en la UE y su posible incidencia en Euskadi, o especular sobre lo que va a hacer ese Consejo Empresarial para la Competitividad que la semana pasada (22 de febrero) se presentó oficialmente en Madrid. Quizás lo haga otro día, pero doy la bienvenida a quienes se adelanten.
Como comentas en este post el País Vasco no ha sufrido los envites de la crisis de una forma tan severa como el resto de las comunidades autónomas. Esta realidad, lejos de ser un consuelo, debe de ser un halo de esperanza que nos lleve a vislumbrar el final del túnel lo más cerca posible.
Si finalmente salimos de la crisis, y aunque no salgamos, deberíamos reflexionar sobre qué hemos hecho mal para haberla sufrido, y no escudarnos en que al ser una crisis globalizada no podíamos hacer nada. “Algo” se podrá hacer, y de cara al futuro, espero que nos sirva de lección.
Me gustaría incidir en dos temas que has mencionado. El primero es la denominada educación informal, en la que cada persona tenemos mucho que decir y sobre todo hacer, además de los centros educativos. El segundo tema es la importancia de la Administración Pública como agente tractor y ejemplarizante.
Por último, quiero mostrar mi escepticismo relativo sobre la RSC. Tengo la sensación de que la mayoría de las empresas no “creen” en ella por sensibilidad, sino por los beneficios económicos que pueda darles, aunque esto no es ningún secreto.
@José María, me parece muy interesante los “peros” que pones a los análisis de la economía vasca, esos que nos sabemos de “pe a pa” y que como dices, sobre todo cuando comparamos nuestro modelo con el estatal, tiene sentido y es certero.
Hablas, si he entendido bien J, que la verdadera palanca que tiene Euskadi para mejorar su competitividad es la persona. Y no puedo estar más de acuerdo. La tecnología (puede) aportar ventajas competitivas pero la persona es el centro de cualquier transformación que desee aportar valor (en una organización, en un país o en cualquier ámbito). El martes presentábamos en Innobasque la Estrategia de Innovación Social que proponemos y exponíamos un “triangulo” que creo que encaja con lo que dices. En los vértices los valores, las competencias y las organizaciones (como ámbitos en los que incidir) y en el centro del triángulo la persona, como elemento centrar y palanca para incidir (y recibir) en/de los vértices.
Tal y como comentas, podemos ser más competitivos si somos personas con valores y con competencias. Para mí la palabra competencia implica actitud (ser), conocimiento (saber) y habilidad (saber hacer). Y sinceramente creo que nuestro sistema educativo, como mucho, se preocupa por el “saber”. No sé a dónde nos llevarán la ESO o Bolonia, que parece que se orientan también al “ser” y al “saber hacer”. Una de las cosas que creo que menos fomentamos es la inquietud. Tendemos dar y recibir de forma muy estándar y homogénea y a preocuparnos por “nuestro campo de conocimiento”, sin movernos de esa zona de confort. Otra de los elementos clave que me parece no estamos promoviendo suficiente es el espíritu crítico. Una anécdota. Recuerdo que en 4º de carrera mi profesor de finanzas me preguntó que qué opinaba sobre la evolución de la teoría de Modigliani y Miller. Y todavía lo recuerdo porque fue una de las pocas veces en las que me han preguntado “en una clase” no sobre el contenido de una teoría (sobre el concepto) si no sobre mi opinión sobre el mismo (cómo “digiero” ese conocimiento y me posiciono desde un marco crítico y lógico). Todavía me preocupa que me sorprendiese la pregunta…
Otro de los aspectos que apuntas también creo que es vital: la necesidad de tener un sector público más competente y eficiente. Desde fuera y como “ciudadana de a pie”, me resulta difícil entender por qué tenemos 3 niveles competenciales en este país de Polly Pocket. Y aunque tengo datos para saber si se dan o no, me parece que es probable haya duplicidades en los gastos, se apoyan en «exceso» algunas cosas y otras parecen el desierto del Sahara.. Y que el entramado institucional hace más complejo que las ayudas lleguen donde tienen que llegar o que promuevan el desarrollo que quieren promover. Seguimos hablando de la ventanilla única (o de las 342 ventanillas únicas que hay) y parece que ordenar y racionalizar es necesario. Pero entiendo que en lo público, como en lo privado, las reformas estructurales “escuecen” y siempre es más fácil recortar gasto en programas que costes estructurales. Sobre todo porque no se sienta la urgencia de la cuenta de resultados.
Y ya, telegráficamente, sobre las nuevas tecnologías y el guiño que hacías a su intervención en los nuevos movimientos político-sociales que se están dando en el planeta:
Ayer veía en la TV un reportaje sobre el 23F que reflexionaba sobre cómo hubiese sido un 23F en la era de Twitter y Facebook. La capacidad de movilización y comunicación es innegable de estas herramientas del mundo 2.0 es innegable. Pero no sé si estas herramientas no nos llevan a veces a quedarnos en la superficie del problema o a pensar que con un twitt que mande desde Sopelana con la etiqueta #Gadafi o #Egypt estamos participando activamente en transformar una realidad… de verdad lo hacemos?
Pese a que todavía estoy en la veintena (aunque acercándome peligrosamente a los 30) y soy de l@s que teóricamente no debemos tener problemas con las NNTT (o sea, «joven») sigo creyendo, o sigo entiendo mejor, un modelo de actuación / intervención / movilización “tradicional”. Veo que alguien es participe del cambio cuando es militantes en una asociación, voluntario en una ONG, dedica su tiempo (libre) a un proyecto que le inspira y tratar de cambiar su entorno “manchándose las manos”. Y si lo que hace lo distribuye en el mundo 2.0, le da visibilidad, lo comparte y enriquece mediante esas herramientas y consigue que otros se sumen, perfecto. Pero no caigamos en la tentación de pensar que somos parte de una «revolución» por poner «me gusta» en facebook… porque eso ni llega a todos, ni muchas veces, se materializa en cambios sociales (como muestra, los resultados finales del revuelo 2.0 de la Ley Sinde, que ahí sigue).
PD: la dependencia energética y las nucleares las dejo para el que sepa, que ya sería “tirarme al barro” J
Me gusta la combinanciación de las propuestas planteadas, Jose Mª. Efectivamente la fiscalidad verde es un elemento que aún no se ha explotado lo suficiente, y que definitivamente habrá que abordar teniendo en cuenta los precios a los que está escalando el petróleo. Coincido también con lo relativo a administración pública, ya que al fin y al cabo constituye «la mayor empresa del PV», sin lugar a dudas.
Sin embargo, de las propuestas planteadas, la que más curiosidad de me ha suscitado es la relativa a la enseñanza «no formal», más aún viniendo de una persona con una trayectoria tan dilatada en la Universidad. La pregunta es ¿cómo hacerlo? ¿cómo animar a tus compañeros de universidad a que exploren nuevas formas de enseñanza que potencien esta capacidad?
Voy a comentar solo lo de los jóvenes. Estoy de acuerdo que para las nuevas tecnologías se necesita gente más joven, y para moverse al extranjero con empresas internacionalizadas también. Los jóvenes están más libres para moverse y tienen más entusiasmo. Igual me equivoco pero creo que para esto son mejores los contratos de relevo que los contratos a tiempo parcial ¿No?. Estos los veo bien para permitir que se estudie mientras se trabaja. Los de relevo, como lo dice su nombre, sirven más para relevar a gente mayor, con experiencia eso sí, pero también cansada y sin ganas por gente más joven, con más entusiasmo y mejor preparación.
He leído que aumentar la productividad y la población es un remedio para que las pensiones futuras se sostengan. Si lo jóvenes no entran en el mercado de trabajo, no creo que puedan plantearse tener hijos. Esto unido a lo de la productividad, hace necesario que los jóvenes accedan a puestos de trabajo. Sin jóvenes trabajando no hay futuro para las pensiones. El contrato de relevo no se debería eliminar ni penalizar.
Y ahora que las políticas activas de empleo pertenecen al gobierno vasco, y que LANBIDE parece que va en serio, desde Lakua deberían favorecer más el empleo de los jóvenes. Ir hacia el 2020, el 2030 o el 2050 con tanta juventud en paro es caminar muy cojo.
De todos es conocido que las rebeliones surgidas en el Norte de Africa, no hubieran tenido lugar sin el uso de la tecnología informatica, herramienta imprescindible a mi entender potenciadora de una mejora de la productividad. Sin ser un experto en economía y sin intenciones de serlo,creo que en nuestra sociedad es imposible competir con empresas emrgentes asiaticas, puesto que sus costes laborales (prestaciones, derechos del trabajador, salarios etc..) son inasumibles por nosotros por tanto para hacerles frente entiendo que solo sería posible aumentando la competitividad que a mi entender solo puede conseguirse con la renuncia de una serie de mejoras laborales adquiridas que en determinadas situaciones llegan a ser quimericas y mediante la concienciación por parte del trabajador de asumir conciencia de empresa (lease modelo japonés). Por parte de la empresa debe primar el elemento innovador y la busca de nuevos mercados.
En cuanto a la afirmación de que la crisis ha sido más liviana con Euskadi estoy en parte de acuerdo en que el factor clave ha sido a mi entender la menor dependencia (como bien reflejas en tu artículo)en el sector de la construcción, sin embargo, no debemos olvidar la enorme importancia que tiene el sector del automovil en nuestra sociedad y en el que todavía la crisis no ha tocado fondo; por cierto no se si es del todo adecuada la idea del apoyo al coche eléctrico que tildado de panacea ecológica, se alimenta de una electricidad cuya producción en España creo que no rebasa el 20% de fuentes renovables
Posiblemente estemos asistiendo al comienzo de un periodo de gran incertidumbre en el coste de la energía, con elevadas expectativas de que su precio evolucione al alza. En esta situación se hace necesario promover medidas de ahorro a través de la eficiencia energética con ello conseguiremos dos objetivos reducir el consumo de combustibles fósiles y las emisiones de gases de efecto invernadero, fundamentalmente dióxido de carbono. Ambos objetivos, para muchos sectores productivos y para las economías familiares, van a tener un impacto económico, influyendo en la competitividad de las empresas.
El Sector Público Vasco, en mi opinión, debería actuar de líder favoreciendo las medidas de mejora de la eficiencia energética y dando ejemplo tanto en su consumo como en sus compras, donde deberían priorizarse aquellos productos e inversiones más eficientes. Seguramente ya se están haciendo muchas cosas, pero la situación actual requiere un mayor impulso en esta política, para vencer determinadas barreras como la falta de información. Hay que recordar que habitualmente existe una serie de inversiones en eficiencia energética cuyo coste se recupera rápidamente a través de los correspondientes ahorros, sobre este tema se puede consultar el siguiente estudio de McKynsey http://isites.harvard.edu/fs/docs/icb.topic466843.files/Readings%20-%20Files/A%20Cost%20Curve%20for%20Greenhouse%20Gas%20Reduction%20-%20McKinsey.pdf . La tecnología va a jugar en el futuro un papel fundamental para conseguir un modelo de consumo energético más sostenible, pero también debe tenerse en cuenta las consecuencias de consumo energético en nuestra planificación de elementos clave como es el desarrollo urbanístico y las infraestructuras.
Sobre la Energía Nuclear, es necesario un debate serio sobre sus costes y riesgos. En este sentido el estudio del MIT (Massachusetts Institute of Technology) titulado “The future of Nuclear Power” http://web.mit.edu/nuclearpower/ no es muy alentador. En ese trabajo se tienen en cuenta cuatro elementos fundamentales: el coste, la seguridad, la gestión de residuos y el riesgo de proliferación nuclear. Habitualmente, cuando se han proyectado nuevas plantas nucleares, los estudios han sido muy optimistas tanto en los costes como en el plazo de realización del proyecto de construcción, como ejemplo puede estudiarse el caso de la planta de Olkiluoto en Filandia. Sin embargo, en mi opinión, la opción nuclear debería ser tenida en cuenta si consigue avanzar suficientemente en la solución de sus cuatro problemas fundamentales identificados en el citado estudio del MIT.
Estoy totalmente de acuerdo en la importancia de las personas, su educación y el desarrollo de sus capacidades, de cara al futuro de nuestra competitividad. Pienso que hay que gestionar el talento proceda de donde proceda, sin ningún tipo de discriminación ni por edades ni por nada.
En todo caso, a lo largo del tiempo, se necesita un relevo generacional ordenado, que facilite el mantenimiento del conocimiento y las relaciones. Es importante retener personas con talento, para ello nuestra sociedad debe ser capaz de ofrecerles trabajo y expectativas profesionales adecuadas. Si esto no sucede una parte emigrarán en busca de mejores oportunidades, dado que se han formado en un mundo más abierto (muchos han hecho un Erasmus) y posiblemente no tengan inconveniente en trabajar fuera, incluso en el extranjero.
También creo que hay que atraer talento desde el exterior y que este debe gestionarse de tal forma, que transmita conocimiento y habilidades hacia nuestro mundo empresarial y académico.
La retención y gestión de personas con altas capacidades, debería beneficiar a todo nuestro entorno productivo y no solo al personal más cualificado.
Termino con unos breves comentarios adicionales:
Nuestra administración pública debería incrementar su nivel de eficiencia e incluso ser muy competitiva. Posiblemente haya un amplio recorrido de mejora.
La fiscalidad verde no debe ser en ningún caso una coartada para incrementar la presión fiscal, dado que si se utiliza de esta manera puede tener una percepción muy negativa.
Como muy bien se expresa en el artículo, la relativamente «no tan mala» situación de la economía vasca no nos exime de preocuparnos y de preparar con esmero nuestro posible futuro.
Hay que incidir en que nuesro sector público sea transparente, eficiente y menos burocrático. Hay que presionar para que nuestros diversos niveles de educación reglada ganen en calidad y nuestro estudiante interiorice la idea de que su formación debe continuar a lo largo de toda la vida. Es preciso también que el panorama energético se clarifique con políticas más fundamentadas. ¡Qué decir de las nuevas tecnologías!…
Pero, si bien todos esos factores y algunos otros, comentados con acierto en el artículo de Jose María, son de evidente necesidad, es posible que el futuro precise también de otros requerimientos.
En poco tiempo hemos pasadc de la «Sociedad de la Información» a la «Sociedad del Conocimiento» y el siguiente estadio parece que será la «Sociedad de la Innovación». Este último tipo de sociedad requerirá de personas y grupos más activos, con más protagonismo, con más iniciativa. La remuneración no vendrá dada por lo que uno «sabe» sino por lo que «hace con lo que sabe». Tenemos ya sobreabundancia de información y estamos muy repletos de conocimiento, pero muchos de nuestros titulados se plantean el irse a otros países para encontrar trabajo. Algo falla: la información y el conocimiento son factores «pasivos» y es preciso que alguien los ponga en la cadena de valor.
Como sociedad hemos sido relativamente eficientes en proporcionar a la población fuentes asequibles de información e incluso de conocimiento. Pero tal vez no hayamos sabido comunicar habilidades y destrezas y menos aún actitudes que potencien la creatividad y la innovación, la iniciativa y el liderazgo. Este creo que puede ser nuestro reto exigente y desafiante para el futuro, el que nos puede llevar a enmarcarnos en grandes expectativas.
Hay una evidencia científica abrumadora de que las emisiones de CO2 procedentes de los combustibles fósiles están en la raíz del cambio climático. Por tanto, el recortar drásticamente dichas emisiones en el presente es esencial para reducir el riesgo de unas consecuencias devastadoras en el futuro.
La Tierra tiene abundantes reservas de combustibles fósiles, en particular de carbón. Los Estados Unidos cuentan con el 25% de las reservas de carbón conocidas; y los EE.UU., Rusia, China e India disponen del 66% de las reservas totales. Es altamente improbable que cualquiera de estos países vaya a dar su espalda al carbón en el corto plazo. Por tanto, «la captura y el almacenamiento de las emisiones de CO2 (lo que se conoce como CCS, por sus siglas en inglés) procedentes de las centrales eléctricas debe perseguirse enérgicamente» (Steven Chu, Secretario de Energía de los EE.UU. y Premio Nobel de Física).
A nivel europeo, en diciembre de 2008 los líderes de la UE se comprometieron a construir hasta 12 centrales CCS de muestra a gran escala (es decir, no se trata de centrales «piloto») para el año 2015. Apenas dos años después del compromiso, este objetivo parece muy ambicioso. Hasta la fecha, seis proyectos CCS de muestra han recibido fondos de la UE por un montante de 1.000 Mill. euros. Cinco de ellos recibieron 180 M cada uno (entre ellos, el de Compostilla, en la provincia de León, liderado por Endesa Generación), y el sexto recibió 100 M. Teniendo en cuenta que el coste de un solo proyecto CCS se encuentra entre 1.000 y 1.500 M, las subvenciones son poco más que capital para arrancar. Así parecen entenderlo las empresas involucradas, ninguna de las cuales ha adoptado aún una decisión final de inversión. Presumiblemente, esperarán hasta averiguar si podrán beneficiarse de la próxima ronda de financiación comunitaria.
Ahora bien, los criterios de selección para dicha ronda son mucho más estrictos que los anteriores. Además, los proyectos elegidos sólo recibirán su dinero después de que las primeras emisiones de CO2 hayan sido almacenadas realmente. Y dicho dinero sólo cubrirá hasta el 50% de los costes totales del proyecto. ¿De dónde saldrá la otra mitad?
De momento, sólo dos Estados miembros han comprometido su apoyo. Y está por verse si el sector privado se dejará seducir. Además, parece claro que la política contra el cambio climático en general, y el CCS en particular, ha cedido prioridad en la agenda política. Sin duda, esto contribuye a que su futuro sea aún más incierto.
Afortunadamente, dada la estructura industrial de Euskadi, la tecnología de CCS puede ser apropiada también para otras aplicaciones distintas de las centrales eléctricas de carbón. Así, puesto que la proporción de electricidad procedente de centrales de gas natural va en aumento, cabe pensar que en algún momento les llegará el turno también a ellas. Quizá nuestras autoridades podrían adelantarse a las comunitarias en este terreno y subvencionar parcialmente un proyecto CCS en alguna de dichas centrales. De manera similar, dentro del sector industrial hay segmentos (como el del acero, el papel y el cemento) cuyas emisiones de CO2 están sujetas a regulación. También aquí nuestras autoridades podrían desempeñar un papel importante en la adopción del CCS.
Antes de terminar, quisiera remarcar el enfoque parcial de los comentarios anteriores. Es claro que la demanda de energía, y en especial de electricidad, va a aumentar en el futuro. Pero aumentar el parque de generación no es la única, ni necesariamente la mejor, alternativa disponible. Como muestra, un dato aportado por Jorge Sanz, ex-Director de Política Energética (en el IV Congreso de la Asociación Española para la Economía Energética, Sevilla, enero 2009): “igualar nuestra eficiencia energética a la de Francia nos permitiría reducir nuestra consumo en una cantidad equivalente al doble de la producción de nuestras ocho centrales nucleares”. A priori, no veo ninguna razón por la cual no podamos hacer lo que otros hacen. Sí veo claro, sin embargo, que los grandes beneficiarios de seguir ampliando el parque de generación, por un lado, y los de mejorar la eficiencia energética en todos los eslabones de la cadena, por otro, son en gran medida distintos, con intereses y capacidad de influencia diferentes.
PARA SABER MÁS:
Science: Carbon Capture and Sequestration. Vol. 325. 25 September 2009.
European Energy Review: CCS faces mounting obstacles. 10 February 2011.
Picoteo entre los comentarios habidos hasta ahora intentando extraer de ellos jugos adicionales. Procedo por partes y orden, empezando por los tres primeros.
MIKEL SÁNCHEZ sospecha que muchas empresas apuestan por la RSC, y en especial por el respeto al medioambiente, no tanto por convicción como por reclamo publicitario ante una clientela crecientemente sensibilizada ante problemas ecológicos. En otras palabras, que en el fondo les sigue moviendo el afán de lucro. Probablemente sea así en muchos casos. Pero, ¿sirve de algo hacer juicio de intenciones? Lo importante es que, a la fuerza o no, se vuelvan cada vez más ecológicas. La historia muestra que la mayoría de los derechos y mejoras sociales de los trabajadores han sido logrados casi a la fuerza, por presión de los sindicatos. Lo mismo cabe esperar en este campo: las empresas serán tanto más ecológicas cuanto más se les exija socialmente. En este sentido, recordemos lo que afirmó Schumpeter: en una economía de mercado, el consumidor es el rey. Precisamente hoy, 15 de marzo, se celebra el Día del Consumidor. Así pues, concienciemos a este rey para que con sus mariscales de campo (organizaciones de consumidores) obligue a las empresas a ser más respetuosas con la madre Tierra. El riesgo nuclear que se cierne sobre Japón a raíz del terremoto y consiguiente tsunami debería llevarnos, como consumidores de energía, a un debate todavía más urgente y responsable sobre las fuentes de energía a utilizar directa e indirectamente.
GOIZALDE ATXUTEGI, entre otras reflexiones, menciona el Plan Bolonia de educación superior, ya en marcha en las universidades vascas, preguntándose sobre su capacidad de mejorar la formación universitaria en las vertientes de actitud (ser) y habilidad (saber hacer). A su vez, en su comentario, ALAITZ LANDALUZE también me pregunta sobre cómo potenciar en la Universidad los aspectos positivos de la educación “no formal”. Apunto respuestas a ambas desde la perspectiva que abre la creación del Espacio Europeo de Educación Superior (EEES), que es como se llama más formalmente al Plan Bolonia.
El EEES tiene música y letra. La música (intenciones) suena bien, pero la letra (ejecución) no se está escribiendo tan bien y hay serias dudas de que su acabado sea satisfactorio. Me explico. Los objetivos básicos son razonables: homologar las titulaciones universitarias dentro de la UE e intensificar los intercambios de estudiantes entre las Universidades Europeas para, de este modo, promover la movilidad geográfica intra-europea de los titulados UE. En definitiva, se persigue crear una especie de mercado común de titulados. La estrategia para homologar títulos consiste en armonizar las carreras universitarias en plazos y programas (mediante la definición de crédito académico) así como las formas de enseñar y aprender. Este reto educativo forma parte del Pacto de Competitividad propuesto por Merckel, y es de suponer que se mantenga en el Pacto del Euro que en estos momentos se está consensuando.
El intercambio de estudiantes mediante becas Erasmus y otras ayudas, además de favorecer el aprendizaje de idiomas, es una gran oportunidad para tener experiencias enriquecedoras en la vertiente de la educación “no formal”. Tantas que, en mi opinión se debería obligar, más que recomendar, a los estudiantes a que hiciesen un curso de carrera en el extranjero. Y los nuevos enfoques docentes y didácticos tendentes a potenciar la capacidad crítica, el debate, la iniciativa discente, los trabajos personales y en equipo, la corresponsabilidad en la acumulación de créditos académicos, el mix universidad y empresa mediante realización de prácticas etc. potencian asimismo el logro de actitudes y habilidades (esos “ser” y “saber hacer” que reivindica Alaitz) que complementan el mero saber.
Pero la ejecución de estos planes no parece fácil. Hay exceso de voluntarismo y déficit de compromiso efectivo. Así, lograr que los estudiantes cursen parte de la carrera fuera exige apoyos económicos (becas) o facilidades financieras (préstamos bonificados con devoluciones flexibles) suficientes, además de mayores controles académicos por parte de las universidades de origen y de destino. Por otra parte, el cambio hacia un modelo de enseñanza/ aprendizaje menos intensivo en clases magistrales, más participativo y activo por parte de los estudiantes, con más trabajo personal y en equipo, con tutorías reforzadas, con más y mejores prácticas en las empresas…postula también más recursos profesorales y controles. Y me temo que nuestras universidades no estén en disposición de hacerlo. Sobre esto he escrito en http://perezdevillarreal.com/2010/02/01/economia-sostenible-y-universidad
Interesante post. Si la educación informal es importante no lo es menos la educación formal (la reglada). Quizá la primera se le presta menos atención, pero es que la segunda, ni prestándole toda la atención del mundo parece que sirva para hacer personas más productivas(no digo ya mejor personas). Nos van mal las cosas, (ver
(http://www.eldiariomontanes.es/prensa/20110316/opinion/articulos/complacidos-mediocridad-20110316.html) entre otros motivos, porque el reconocimiento del mérito, a diferencia de otros países o culturas, es una cuestión todavía pendiente en nuestro país. Existe cierta complacencia con la mediocridad y una aversión a la diferenciación y a premiar el talento debidamente. Tenemos un sistema educativo que descuida este último, que no incentiva el esfuerzo y una universidad que no prima la excelencia. En parte porque se ha acabado de imponer esa fatídica confusión entre igualdad y uniformidad de resultados y un rechazo al mérito como valor diferenciador. No es de extrañar, por tanto, que el premio a la cualificación haya descendido en los últimos veinte años. La inversión en educación a diferencia del resto de países de la OCDE es cada vez menos rentable. Mensajes desalentadores para unos jóvenes que ven, por un lado, que estudiar no merece la pena pues no sirve para promocionar social ni laboralmente. Y, por otro, que lo mejor es buscar las oportunidades en otra parte (Alemania está de moda), lo que supone la fuga del talento y el empobrecimiento como sociedad. Así difícilmente conseguiremos ser más productivos. Quizá cultivando la educación informal podamos conseguir que la formal enmiende sus errores. Sólo por eso merece la pena que atendamos esta rama del saber tan poco valorada en nuestros días. Abrazos.
Sigo con el picoteo. VICTOR SAGASTI pone énfasis en las consecuencias del paro de los jóvenes. En especial, apunta hacia el problema de sostenibilidad de las pensiones. Se hace eco del argumento (supongo que es éste) de que si la productividad se ralentiza porque los jóvenes, más preparados que los mayores para manejar las nuevas tecnologías, no pueden acceder al mercado de trabajo por penalizarse los contratos de relevo, se evapora el alivio en la carga de las pensiones que pudiera suponer el retraso de la edad de jubilación. Sin menoscabo de sus apreciaciones, matizo esta conjetura añadiendo que, en efecto, esto sería así si la pensión media creciese más que la productividad. Pero dado que en la reforma de las pensiones se contemplan medidas para minorar la pensión media (ej., por alargamiento del periodo de cálculo de las pensiones), no veo tan clara esta amenaza.
EDUARDO TRAVER propone ganar competitividad empresarial, entre otros medios, imitando el “modelo japonés”(lo escribió antes del terremoto y de las trágicas consecuencias que están convulsionando Japón). Modelo de empresa japonesa donde el trabajador se siente integrado más que explotado, donde sobresale la consistencia grupal y la perseverancia en las relaciones, donde entre las partes predomina el civismo, la lealtad…, donde el esfuerzo o dar lo mejor de uno mismo en el trabajo hace de “ sable de samurai”… Seguro que estas virtudes engendrarán un nuevo milagro japonés en los nuevos tiempos del posterremoto. Y qué bien nos vendría a nosotros tenerlas, o abundar algo más en ellas. Porque algo del modelo japonés ya existe entre nosotros, aunque en forma distinta (y quizás menos pura hoy en día de lo que fue en su origen) y con alcance más limitado. Me refiero al modelo de cooperativa, implantado hace ya más de medio siglo por José María Aritmendiarreta en Mondragón-Arrasate, y cuya actividad actual (a pesar de los pesares), medida en términos de producción, empleo, innovación tecnológica e internacionalización, tiene un peso relativo importante en Euskadi. En mi opinión, Euskadi crecería más sosteniblemente a lomos de una “economía más social”, donde las empresas tipo cooperativas, sociedades laborales y demás tuviesen mayor presencia. Precisamente ayer 16 de marzo se aprobó en el Parlamento español la Ley de Economía Social con la finalidad de relanzar este sector.
En su comentario, MIGUEL GONZALEZ SIMON, nos advierte que quizás tengamos ya sobreabundancia de información y conocimiento, pero poca acción. Y añade que la ventaja competitiva vendrá no tanto de lo que uno “sabe” sino de lo que “hace con lo que sabe”, o en otras palabras, de poner en la cadena de valor, o activar, esos factores “pasivos”, como él piensa, que son ya la información y el conocimiento. En definitiva, según él, es la hora de la iniciativa, la creatividad, la innovación y el liderazgo. ¿Cómo no estar de acuerdo con esta apreciación? Sin duda que hay que saltar del “saber” al “hacer”, pero… ¿cómo saltar?, ¿quién lo enseña?, ¿cómo y dónde se aprende?. Parece evidente que tanto la universidad como las empresas están convocadas para facilitar este salto, así como el sector financiero y Gobierno aunque sea como agentes intermediarios. Pero…ya hemos comentado sobre lo que hace la universidad en este sentido. Aunque haya excepciones, en general, “no hace ni hace hacer” lo suficiente. ¿Y las empresas?. Mi impresión es que éstas esperan demasiado de la universidad, tanto como que las cosas les vengan hechas. En mi opinión se necesita un mayor acercamiento, e incluso integración de actividades, entre ambas instituciones. Quizás unas becas mejor dotadas, e incluso contratos a tiempo parcial ad hoc, podrían propiciarlo.
Ayer se aprobó también la Ley de la Ciencia. En ella se contempla el establecimiento de pasarelas que permitan a los investigadores el salto de la empresa pública a la privada, y viceversa. Algo es algo. Confiemos en que en su desarrollo mediante decretos y reglamentos se concreten y afiancen estas pasarelas.
Finalizo mi picoteo. En sus perspicaces comentarios, LUIS MARIA ABADIE y JOSE MANUEL CHAMORRO, se centran en el reto energético. El primero nos invita a debatir, con serenidad y sin dogmatismos, los pros y contra de la producción y uso de la energía nuclear, destacando los issues relevantes, entre ellos el de la seguridad. Si era oportuna esta invitación antes del desastre nuclear de Japón (Luis María escribió su comentario antes del 11 de marzo, fecha del maremoto), tras este gravísimo suceso el debate se ha tornado perentorio. En todos los países se va a intensificar la polémica sobre la viabilidad y conveniencia de la energía nuclear. De hecho ya habido, entre nosotros, pronunciamientos parlamentarios sobre ello. Parece indudable que, tras el siniestro japonés, el recurso a la energía nuclear va a ser menor y más caro (por cierre adelantado de algunas centrales y mayores costes de seguridad en otras), lo cual a su vez alterará la composición de la oferta energética y elevará el precio medio de los recursos energéticos, incrementándose con ello los costes de producción de las empresas. El sector industrial vasco, tan consumidor de energía, verá así agudizado su problema o reto de competitividad. De ahí que los alegatos de ambos en pro de la eficiencia en el uso de la energía sean también ahora todavía más oportunos que antes de la crisis japonesa. Es interesante la mención que hace Luis María de un trabajo de Mckynsey donde se analizan inversiones en eficiencia energética cuyos costes se compensan rápidamente con los ahorros energéticos que tales inversiones producen. Por otra parte, José Manuel, destaca el potencial de ahorro energético que podemos hacer mentando un dato muy esperanzador: si España fuese tan eficiente en el uso de la energía como Francia, se podría ahorrar hasta el doble de la producción de nuestra ocho centrales nucleares (cita a Jorge Sanz). En este sentido, cabe pensar que, en Euskadi, hay grandes márgenes de ahorro, relativamente rápido, en actividades de transporte y en uso de energía en alumbrados públicos, hogares y oficinas. José Manuel también aboga por estimular los proyectos de inversión CCS (Carbon Capture and Sequestration), que resultan muy interesantes por evitar la emisión de GEI (gases de efecto invernadero) in situ, en origen, y que vienen a ser medidas alternativas a la disciplina medioambiental que se promueve mediante el mercado de derechos de emisión. José Manuel se hace eco de la timidez con que se están llevando a cabo estos proyectos en Europa debido a sus elevados costes y escasa ayudas. La cuestión es obvia: no sé cuál es el grado de diligencia de nuestras AA.PP en este punto, pero si es nula o insuficiente, ¿estarían dispuestas a conceder (o reforzar si lo hay) un trato fiscal especialmente favorable para inversiones CCS, además de apoyar a las empresas en su acceso a las ayudas UE para estos fines?
Por último, PEDRO LANDERAS, nos alerta sobre el riesgo de mediocridad que afecta a nuestro sistema educativo (en sus niveles medios y superior) y que por lo mismo le puede restar calidad y competencia. El igualitarismo domina a la meritocracia, y con ello se perjudica a los estudiantes más talentosos y/o esforzados, cundiendo el desánimo y menguando las ganas de superación. En un artículo que acaba de escribir en un medio periodístico de Vocento, y al que enlaza en su comentario, ahonda en estas reflexiones. En mi opinión, aunque Pedro se refiere al sistema educativo general, vigente en el conjunto de España, el particular de Euskadi no escapa a su diagnóstico. Ciñéndome a la UPV-EHU, que es la universidad pública que mejor conozco junto a la de Cantabria y sin que por ello otorgue mejor valoración a las universidades privadas vascas (“qui silet nihil dicit”), creo que los regímenes de acceso a la universidad, de permanencia en ella y de acreditación de conocimientos adquiridos mediante concesión de títulos de grado y posgrado son, en general, excesivamente permisivos y generosos. Lamento decirlo, pero sí, hay algo (mucho en algunos casos) de eso que suele decirse del imperio de la mediocridad: “café para todos”.