Del aleteo del miedo al éxtasis de la libertad

Del aleteo del miedo al éxtasis de la libertad

Quien guste de bucear en las profundidades del alma humana tiene una buena oportunidad de hacerlo viendo la película de Xavier Beauvois, “De dioses y hombres”. Absténganse, sin embargo, los ‘comecuras’ recalcitrantes y los cinéfilos superficiales, pues, de verla, los primeros vomitarían al ingerir un cine demasiado extraño para sus prejuicios mientras que los segundos se aburrirían ante una exploración antropológica que, por mor de exquisitez,  prescinde del frenesí de la acción y de la aparatosidad de los  efectos especiales.

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La película recrea, con razonable fidelidad histórica, el clima de tensión bajo el que vivieron los religiosos trapenses del monasterio de Nuestra Señora del Atlas en Tibhirine (Argelia) desde el otoño de 1995 hasta la noche del 26 a 27 de marzo de 1996 en que siete de ellos fueron secuestrados por los GIA (Grupos islámicos Armados). Posteriormente, en mayo de ese mismo año, fueron degollados, pero Beauvois no llega a filmar este cruel desenlace. Se limita a despedir esta estremecedora historia con una visión de los monjes en penoso ascenso por una ladera nevada, ateridos de frío y escoltados por sus secuestradores, caminando a trompicones y desapareciendo lentamente entre la nebulosa oscuridad de la noche. Aunque el director francés no hace proselitismo religioso, esta escena final quizás suscite en algunos espectadores la evocación del ‘via crucis’ de Jesús de Nazaret, custodiado por esbirros, tropezando y cayendo una vez tras otra en su dolorosa subida al Gólgota.

El filme comienza mostrando, con acertada parsimonia, la forma de vida (“ora et labora”) de los monjes en comunidad, así como su convivencia abierta, servicial y respetuosa con el pueblo berebere de Tibhirine, hasta que el degüello de unos extranjeros por un grupo de fanáticos islamistas hace que aletee el miedo entre ellos. Por otra parte, el Gobierno argelino les presiona para que se vayan, deviniendo la presión en amenaza cuando un jefe militar empieza a sospechar que pueden tener algún tipo de  connivencia con los terroristas. Beauvois hace repicar sus conciencias ante el dilema de volver a Francia (su país de origen) por seguridad o permanecer en el monasterio para seguir ayudando a sus convecinos musulmanes. Los monjes dialogan entre sí, mostrando dudas y estados de ánimo dispares. También comparten sus temores con sus amigos bereberes. Bellas metáforas ornan las conversaciones que mantienen con éstos en sus casas. “Nos sentimos como pájaros asustados que dudan entre echarse a volar o quedarse en la rama”, confiesa un monje. “¿Y qué será de nosotros si os marcháis?; vosotros sois nuestra mayor garantía ante esos desalmados”, le contesta un beréber. “Sois la rama donde nosotros nos apoyamos”, apostilla su mujer.

pajaro en una rama

Hay dos escenas álgidas, donde la música es protagonista. En la primera, los cánticos de los monjes porfían contra el estruendo aterrador de un helicóptero militar que revolotea en torno al monasterio. Se los ve unidos en semicírculo, en el centro de la capilla, expeliendo sus miedos através de las plegarias que cantan. Fuera, el terror resuena con saña e insistencia intentando imponerse sobre las melodiosas voces monacales. Pero éstas están definitivamente unidas, y en su unión resisten hasta vencer. Lo monjes terminan evacuando sus miedos.

En la segunda y posterior escena, que algunos cristianos también asociarán con la Ultima Cena, el hermano enfermero Luc (muy bien interpretado por Michael Lonsdale), que siempre se había sentido libre por no padecer miedo, les invita a festejar su victoria sobre esta enfermedad bebiendo un vino especial bajo los sones románticos de “El lago de los cisnes” de Tchaikovsky. Más que el vino es esta música lo que les emborracha de emoción llevándoles casi al arrobamiento. El desfile de sus rostros por la pantalla resulta sublime. Como le sucede a Sigfrido con su amor por Odette en el ballet del compositor ruso, el gozo de los monjes por sentirse libres, tras romper el maleficio del miedo, es tan fuerte que se lanzan al lago de la libertad, aun presintiendo su muerte. Reconvertidos en hombres libres, todos deciden quedarse en el monasterio.

cisne

“De dioses y hombres” es un excelente film por su historia, guión, dirección e interpretaciones. Fue premiado en el Festival de Cannes del 2010, pero no lo será  en Hollywood, al no ser nominado candidato para  ningún Oscar. No importa. Los premios son para quienes los necesitan, y este filme  no necesita ser premiado. Él es el premio.

Categories: Cine

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Comments

  1. Felipe Tajafuerte
    Felipe Tajafuerte 31 enero, 2011, 10:27

    Muy alentador que todavía se haga alguna película defendiendo estos valores. No suelo ir al cine, pero tomo nota por si acaso.

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  2. Eduardo
    Eduardo 20 febrero, 2011, 20:16

    Por supuesto que he visto la pelicula de Dioses y Hombres, creo que es imprescindible verla puesto que es el tipo de peliculas que reflejan la historia y la realidad, en la que las escenas se recrean con el tiempo requerido y el dialogo necesario, nada que ver con el exponencial cambio de imagen y escena de las peliculas modernas, quizá su único defecto es que peque en exceso de cantos religiosos.
    Por otra parte me identifico del todo con ella, pues era en el 93 cuando tuve que atravesar Argel desde Oran hasta Tinduf via Bechar custodiado por un fuerte dispositivo militar pues por entonces comenzaron los integristas a degollar a los impios extranjeros, en el regreso permanecí dos días en el consulado Saharahui en Oran con la prohibición de salir hasta el día que embarque donde llegue al puerto camuflado y tumbado en el interior de un coche

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  3. Jose María
    Jose María 22 febrero, 2011, 17:52

    Felipe: anímate y ve a verla. Estoy seguro que te gustará.

    Eduardo: La música es protagonista, de ahí que esté tan presente. Qué coincidencia la tuya. Sigues sorprendiéndome con tu venturoso curriculum vitae.

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