————- Si los nombres definen la esencia de las cosas y si, como generalmente se cree, Guatemala es traducción virgen de ‘Quauhtlemallan’, que significa «lugar de muchos árboles», el Departamento de Petén, que es la región más  selvosa y arborizada, debería considerarse la verdadera Guatemala  ————–

Celebramos (Arantxa, Eduardo Maricarmen y yo) el fin del año 2010 degustando ‘tamal’ en casa de Ricardo López Ramírez, un afable guatemalteco de ascendencia maya que vive en San Benito, pueblo de Petén. Refiero sus dos apellidos, y no solo su nombre, porque así de íntegros gustan de presentarse los peteneros en las salutaciones. Incluso su propia madre, Florinda, cuando la visitamos en Manos Unidas, recóndita cooperativa agrícola donde reside, a mi pregunta sobre quién había instalado el sistema de comunicaciones que les permite ver televisión, contestó con melosa ufanía: “mi hijo Ricardo López Ramírez“. La cena de nuestra última Nochevieja fue realmente nueva, sin nuestras viandas tradicionales, pero con el deleite de sentirnos agasajados por una familia de entrañas mayas. Imposible olvidarlo.

Ni decir tiene que nuestras excursiones a otros enclaves mayas de Petén como Dos Pilas, Ceibal, Aguateca, La Blanca, Topoxte y Tikal fueron asimismo instructivas, por la labor cultural de Erdozaín, y agradables por la forma en que viajamos (en lancha por el río La Pasión) y caminamos (entre vegetación exuberante, frondosa y animada). También fue una gozada visitar las Cuevas de la Candelaria y bañarnos en el río que las cruza. En el álbum de fotos que facilitamos al final de este ‘post’ se pueden apreciar muchas de las  maravillas que contemplamos y algunos de nuestros disfrutes.

Por último, aunque fue lo primero que hicimos, la visita a la cooperativa Manos Unidas, donde nació nuestro guía y sobrevive parte de su familia, fue muy especial. Nos permitió conocer ‘in situ’ los logros alcanzados y las penurias soportadas (todavía hoy) por un grupo de nativos que, a mediados de los años sesenta, por iniciativa y bajo tutela de dos jesuitas, abandonaron la altiplanicie de Guatemala donde malvivían, para asentarse en Petén (en plena selva) creando una cooperativa agrícola autogestionada que les permitiese vivir con dignidad (como propietarios de la tierra que cultivan) y expectativas de progreso. Comprobamos, con brotes de tristeza, que sus descendientes ostentan dignidad, pero solo logran sobrevivir, sin poder progresar.

Algo que impresiona de la situación actual de las estructuras arquitectónicas mayas es que, a pesar de los esfuerzos de la comunidad arqueológica internacional (más implicada que el propio Gobierno de Guatemala),  la gran mayoría de ellas siguen enterradas, sin excavarse, consolidarse, restaurarse o reconstruirse. La selva las devoró cuando colapsó el sistema maya (siglo XVIII) y fueron abandonadas. Se pueden observar innumerables elevaciones arborizadas en cuyo interior se oculta una construcción residencial, palaciega, o sacra. Abundan también los promontorios cubiertos de vegetación y coronados por ‘ramones’ (típico árbol de la zona, como los ceibas y cedros) que hunden sus raíces en la estructura del edificio que albergan. Hay incluso grandes construcciones soterradas a cuya cima se puede acceder por escalinatas de madera, adosadas con este fin, para disfrute de los turistas.

No encuentro mejor metáfora que ésta para describir la actual situación económica y social de la población indígena. Al igual que sus antiguas edificaciones, también están enterrados gran (grandísima) parte de sus derechos sociales, su bienestar y sus expectativas de progreso. El Gobierno guatemalteco es tan evasivo, negligente y corrupto que no solo sepulta las aspiraciones de la población indígena, sino que a modo de ‘gran ramón’ estrangula con extremidades legales su cotidiano hacer y vivir. La democracia en Guatemala, al menos tal como ésta implantada, no deja de ser una perversa escalinata por la que solo unos privilegiados (en su gran mayoría, no indígenas) trepan hasta la cima de una sociedad que explota soterradamente al 60% de la población, pues tal es la cuata demográfica de los descendientes de los mayas.