Sobre la especulación y sus engendros
La especulación suele tener mala prensa o fama y, según algunos, también anida en cierta prensa mala o torticera. A veces es tan denostada que la gente termina creyendo que es el enemigo público ‘number one’. Como ha ocurrido hace un par de semanas, tras esa ovulación especulativa de los diarios The Economist, Financial Times y The Wall Street Journal que, al alertar contra los PIGS (despectivo acrónimo con que determinados medios anglosajones agrupan a Portugal, Italy, Greece and Spain), ha engendrado temores de que el euro se derrumbe afectado por una nueva especie de gripe porcina, a saber, la insana política económica de tales países .
¿Es justa la mala fama de la especulación?
En principio, no. El termino especular viene del verbo latino ‘speculor’ que significa mirar, observar, atalayar… el futuro. Especula quien desde la atalaya informativa del presente previene el porvenir. La especulación suele ser activa, y no sólo contemplativa, conllevando actuaciones que permitan aprovechar oportunidades o eludir riesgos previstos para el futuro. Al programar nuestra vida en sus distintas vertientes, familiares, laborales, personales etc., todos especulamos en este sentido. Prepararse para un futuro que se ve venir no deja de ser tan natural como respirar. En el mundo financiero, si toda la información relevante fluyese de forma transparente y se procesase eficientemente, la especulación sería atinada y estabilizadora.
Pero, así como la respiración puede malograrse por contaminación del aire o por fallo de los pulmones, llegando incluso a ocasionar la muerte, la especulación también puede ser defectuosa y contraproducente porque la información sobre la que se basa es deficiente o porque es procesada ineficientemente, o por ambas causas. En los mercados financieros esto ocurre no pocas veces. La información que fluye con tanta rapidez hoy en día, gracias a Internet, no siempre es limpia y muchos de quienes la recogen y usan no están bien formados, abundando los adictos al rumor. En este turbio contexto la especulación suele engendrar precios disparatados.
¿Existen conspiraciones especulativas contra un país o una divisa?
Tanto como conspiraciones, creo que no. Pero sí se producen a veces estampidas especulativas provocadas por opiniones frívolas de personajes célebres o de editoriales de prensa afamada. En la Bolsa, y en los mercados financieros en general, se suele observar algo así como un “efecto rebaño”. Muchos inversores, e incluso analistas financieros, se dejan guiar por determinadas agencias de valoración y grupos de opinión. Domina el corto plazo y se impone la hiperactividad. Las prisas son enemigas de las ideas propias, meditadas y sensatas (pues cuesta tenerlas) y resulta más fácil y rápido orientarse por las ajenas. Desnudos de opinión propia, pacen en los mismos pastos, engullendo la misma información, con los oídos prestos a escuchar cualquier rumor o noticia extravagante que les dé de comer, pues creen que los primeros en reaccionar ganan y que “tonto el que no corre”. Como en las películas del oeste, basta un disparo en la noche para que la manada corra en estampida.
Algo de esto creo que ocurrió hace unas semanas con las chirriantes voces sobre el “riesgo país” de España y la salud del euro. Cualquier observador sensato de la economía española y de la UME puede atisbar serios problemas en ambas, pero no tan graves, al menos de momento, como el naufragio del euro y de la deuda pública española. ¿Gripe PIGS?. Sí, claro, pero tan incidente como la cacareada gripe A. Y con respecto a la deuda del Tesoro Español, ¿no es realmente ‘freaky’ decir, como se ha dicho, que su solvencia, hoy en día, es menor que la del Banco Santander o la del BBVA?. Sólo la frivolidad puede alumbrar estos engendros.