¿España mísera o evaluación miserable?

Ladran las agencias internacionales de rating contra España y sus Comunidades Autónomas. Especialmente estentóreo, y mal acogido,  ha sido el ladrido de  Moody’s, ese que nos advierte de la miseria del Reino de España coronándolo como el país más mísero entre los países desarrollados.

 

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Pero, ¿hincan en la verdad estas enojosas advertencias o son, más bien, cínicas valoraciones de entidades desprestigiadas? Porque hablando de miseria, ha sido tan misérrimo el trabajo de las agencias de rating a la hora de advertirnos sobre la crisis financiera que nos está amargando la vida que no pocos consideran miserable su afán de seguir aleccionándonos.

Ciertamente esta crisis ha desnudado a muchas (por no decir todas) firmas auditoras y evaluadoras, mostrando sus carencias e incluso, en bastantes casos, su deshonestidad por tener lucrativas connivencias con las empresas e instituciones evaluadas. No en vano, entre los Acuerdos del G-20  en la Cumbre del Londres de este año (mes de abril), destaca la necesidad de regular más y mejor las agencias de rating en busca de más eficiencia y menor corrupción profesional.

Sin negar la crudeza de la crisis económica en España, cabe denunciar cierta  falacia en la foto de Moody’s, pues ésta agencia pinta el dramatismo sobre un lienzo de composición cuestionable, pues en él se suman la tasa de paro (que es una variable stock o de nivel) y la tasa de déficit público (% del PIB) que es una variable flujo. Si en vez de proceder de esta manera, considerásemos como base del ranking el conglomerado -Deuda Pública & Paro -, ambas variables tipo stock, el concurso de la miseria lo ganaría Grecia, seguida muy de cerca por Italia. España, sin embargo, estaría confortablemente acurrucada en la parte baja de la tabla, entre el Reino Unido y Alemania.

 

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Ni decir tiene que este ranking sigue siendo tramposo, pues, si bien se basa en variables stock, éstas son tan heterogéneas como las » peras y manzanas»  y, por ello, su suma viene a ser un híbrido carente de significado preciso.  Pero, al margen de estas mascaradas, hay que agradecer a Moody’s que haya atizado el fuego de la polémica sobre las relaciones entre finanzas públicas y  desempleo, dos problemas que caminan juntos, condicionándose mutuamente para bien o para mal. ¿Debemos abandonar a los desempleados a su innoble suerte, ennobleciendo, por el contrario y gracias a ello, al erario público? ¿O debemos, más bien, combatir el paro sin nobleza, empeñando incluso joyas de la reputación de la Deuda Pública (alguna A de esa triple AAA con que se califica la deuda regia en los mercados financieros)?. Perverso dilema éste, nudo gordiano para el mejor Alejandro Magno.

Soy de los que piensan que en este monárquico país, donde algunos bobalicones todavía suspiran por los Grandes o Nobles de España, hay grandes e innobles problemas que quitan la respiración a la mayoría de los ciudadanos. Uno de éstos, no el único pero sí el más desmesurado en su innobleza, es el paro. En el Reino de España el desempleo es un patético problema, Grande entre los grandes. De ahí que haya que guillotinarlo sin que nos duelan prendas. ¿Que se nos dispara la deuda pública hasta la media europea? No será peor que el disparate de tener al 20 % de la población activa en el club de la miseria.

Puestos a situar las cosas en su lugar, ¿quién no coloca al  «empleo»  en la  categoría de noble caballero  y a la política fiscal en la de fiel y servicial  escudero?  No tergiversemos la historia. A caballo, monta el caballero, y no el escudero. Cuestión aparte es cómo tiene que ser, andar y escudar el buen escudero.

Categories: Reflexión

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