¿Dónde estás bendita rectitud?
Maldicen los agricultores porque sólo reciben un décimo, o menos, del precio que finalmente pagan los consumidores por sus productos. Y es que la intermediación comercial es una frondosa jungla habitada por faunos voraces.
Maldicen quienes depositan sus ahorros en los bancos y las cajas porque estas entidades les dan la mitad de la mitad de la mitad de lo que cobran por los créditos que conceden (por cierto, con harta poquedad hoy en día) gracias a sus depósitos y al dinero público que el Banco Central Europeo les presta con un mimoso 1%. Y es que ahora el lucro de la intermediación financiera hiede como nunca.
Maldicen los mileuristas porque sus intermediarios en la gestión de la “cosa pública”, los políticos, ganan a su costa cinco veces más que ellos. Aunque “cinco veces” es un decir, pues si la incorrupta Leire Pajin no va a ganar más que 5.000 euros mensuales cuando sea senadora (sic dixit), ¿qué se puede decir de lo que ganan los políticos corruptos?
Quizás no lleguen a maldecir los creyentes ante el latrocinio de sus pastores o intermediarios religiosos, esto es, el robo de su conciencia bajo la amenaza de privación del “ciento por uno en esta vida” y de expropiación del paraíso en la otra, pero seguro que muchos de ellos rezan para verse libres de tan abusivo pastoreo. ¿Será la falta de vocaciones sacerdotales la respuesta de Dios a sus plegarias?.
Bendita sea la línea recta, el camino más corto entre dos puntos, personas o cosas. Que se abracen sin alcahuetes el agricultor y el consumidor. Que el ahorro se hermane sin padrastos con la inversión productiva. Que los ciudadanos se den la mano sin guantes. Que el creyente encuentre a Dios en su conciencia. Amen.