Resultado de las elecciones vascas: ¿Hacia un callejón sin salida?

¿Estamos abocados a afrontar la gran incertidumbre económica que ya tenemos con una incertidumbre política sobrevenida?. He aquí nueve consideraciones  sobre lo que ha ocurrido, puede ocurrir y convendría que ocurriese en el País Vasco.

Primera. Las elecciones del 1 de marzo no han sido presidenciales sino parlamentarias. No hemos elegido directamente al Lehendakari, sino a miembros del Parlamento Vasco, institución que, junto a su función legislativa, tiene asignada también la de elegir, al comienzo de su legislatura, al Presidente del Gobierno. Así pues, el procedimiento para elegir Lehendakari consta de dos etapas, no teniendo la ciudadanía un control directo sobre la segunda, que en muchas ocasiones (como en este caso) resulta ser la decisiva. Guste o no, éste es el sistema electoral que tenemos desde el principio de nuestra autonomía política, y de momento, mientras no se cambie, sólo cabe acatarlo.

Segunda. No siempre el ‘most valuable player’ (MVP) hace ganar a su equipo. Sucede en el deporte, pero también en otros ámbitos sociales donde hay grupos en competencia. La política es uno de ellos. El PNV ha sido el MVP, el partido que más votos y escaños ha recibido, pero no ha conseguido ganar el juego, esto es, asegurarse el Gobierno de Euskadi, porque han fallado sus aliados (actuales y potenciales). Tiene derecho a que se le reconozca como MVP, pero no a exigir el trofeo de la lehendakaritza.

Tercera. EL PSE, sin ser el MVP, es el ganador estratégico del juego, en cuanto que depende de él coger el mando y ocupar Ajuria Enea, a tenor de lo que está prometiendo el PP, tercer jugador decisivo. Este partido político, que ha perdido escaños y no tiene opciones para acceder a la lehendakaritza, se ha encontrado sin embargo con la llave de entrada y está ofreciéndola en exclusiva al partido socialista a cambio de una alianza u acuerdos básicos que, de momento, no están claros, pero que tendrán su coste.

Cuarta. La controvertida anulación del voto a D3M ha propiciado que el PP tenga ahora ‘la llave’ que en las elecciones del 2005 estuvo en poder de PCTV-EHAK y que esta formación la utilizó para favorecer la continuidad de Ibarretxe como Lehendakari. Poco vale ahora, ex-post, la denuncia de “golpe institucional’ esgrimida por I. Urkullu, si con ella se refiere a la anulación de votos D3M, pues el PNV, si bien la criticó verbalmente antes de las elecciones, no llegó a declararse en rebeldía. Ahora, tras jugar con reglas asumidas o acatadas, la denuncia suena más bien a rabieta de perdedor. Tampoco ha ocurrido el ‘golpe ciudadano’ del que alardea el pintoresco Pepiño Blanco, pues la mayoría social del País Vasco no parece que haya dejado de ser nacionalista (cuenten bien los votos, si lo dudan).

Quinta. EL PSE ha rechazado el pacto de colaboración y estabilidad que le ha ofrecido el PNV en la primera ronda de conversaciones que ambos partidos han tenido debido a que en él se impone la continuidad de Ibarretxe como Lehendakari. Al parecer, la discrepancia estriba no tanto en el contenido u objetivos del pacto como en su liderazgo. No se fían de Ibarretxe ni de ningún otro dirigente actual del PNV para encabezar el Gobierno. La experiencia de la última década ha abierto una brecha de desconfianza que parece casi imposible de superar. La garantía que el PSE exige es una presidencia socialista para un posible Gobierno en coalición, algo que el PNV no parece dispuesto a aceptar de momento.

Sexta. El PSE cuenta con que el PP no se atreverá a impedirle el acceso a la lehendakaritza ante el riesgo de que continúe Ibarretxe. La aversión de ‘los populares’ hacia esta eventualidad es la gran baza de los socialistas, que intentarán jugarla para formar un Gobierno en solitario, ya que tampoco parece posible un Poder Ejecutivo compartido con el PP, pues la peste del “frentismo”, tan combatida pre-electoralmente por los socialistas, les perseguiría ‘per omnia secula seculorum’ .

Séptima. Si el PNV no acepta finalmente cohabitar en el Gobierno con el partido socialista bajo la presidencia de Patxi (Paco, según el ponzoñoso Anasagasti) López, al PSE no le quedará otra opción que adentrarse por un callejón muy estrecho y sombrío, y probablemente sin salida. Su bandera de una ‘alianza de civilizaciones’ a la vasca (la predicada política de transversalidad) corre gran riesgo de ser pisoteada por el resentimiento de algunos y el oportunismo de otros. Su Gobierno caminará, previsiblemente, entre la oposición de todas las fuerzas nacionalistas (en especial de un PNV que no le dará tregua desde las instituciones que controla) y la posición condicionante y oportunista (e incluso chantajista, según algunos) que adoptará el PP. Así pues, ¿cómo no conjeturar un bloqueo institucional y una convocatoria precipitada de nuevas elecciones?. No es ésta una visión catastrófica, sino un riesgo nada desdeñable,  que, de producirse,  perjudicaría  gravemente a la economía vasca. Los socialistas deberían sacudir su  ingenuidad para desprenderse de excesos de optimismo.

Octava. Todos los sondeos de opinión y encuestas sugieren que la gran mayoría de sociedad vasca desea que se forme un Gobierno fuerte, integrador y estable para afrontar con solvencia la feroz crisis económica en que estamos. No parece que un Gobierno del PSE, apoyado sólo por el PP, reúna estas características, a tenor de la estruendosa discrepancia que manifiestan estos partidos en las Cortes españolas sobre la crisis económica y sus soluciones. Si el Parlamento Vasco, ante una situación  tan crítica, no es capaz de alumbrar un Ejecutivo sólido y solvente, nuestra democracia representativa  habrá fallado estrepitosamente, y con este fracaso es de esperar que aumente todavía más el desprestigio social de nuestros partidos políticos, e incluso del sistema.

Novena. Los resultados de las elecciones sugieren que el mejor arreglo para formar un Gobierno de esas características,  algo así como un  ‘Gobierno de salvación’, es un matrimonio de conveniencia entre el PSE y el PNV, ya que entre ambos reunen el 73% de los escaños parlamentarios. ¿No podrían ambos ceder en sus egos políticos y, como ha sugerido Javier Elzo, alternarse en la lehendakaritza por  imperativo social?. Evocando la prueba de maternidad con la que el rey Salomón descubrió a la  madre impostora y ajustándola a nuestro caso, en que ambos partidos políticos alardean de trabajar sólo por el bien de Euskadi, cabe preguntarse si no se desenmascaría a sí mismo, revelándonos su falacia, quien rechazase una propuesta de alternancia  razonable.

Categories: Reflexión

Comments

  1. Rosy
    Rosy 18 abril, 2009, 10:00

    Porqué se rasgan ahora las vestiduras ante el apoyo del PP para que Patxi sea Lehendakari y no lo hicieron en su día cuando el PCTV-EHAK apoyó a Ibarretxe como bien planteas en tu comentario. Al igual que yo muchos no quieren un gobierno de alternancia, en los últimos años el tripartito poco hizo por este país, a no ser que repartirse las gerencias del eusko label y los mejores puestos de trabajo sea en beneficio de la ciudadanía vasca. Yo voté por un cambio lejos de nacionalismos que son muy fáciles de apoyar cuando no se lleva un escolta cubriéndote las espaldas.

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  2. José Maria
    José Maria 21 abril, 2009, 16:39

    En tu apasionado comentario, Rosy, denuncias dos hechos deplorables. El más grave, sin duda, es la existencia de personas con escolta. Aquí no cabe regateo dialéctico: este hecho me parece absolutamente aberrante, y punto. Todos los demócratas debemos arroparlos más y mejor que hasta ahora El otro se refiere al nepotismo político nacionalista. Es un mal, muy malo, pero hay cierto margen para relativizar su gravedad. Pues no deja de ser un mal hasta cierto punto inevitable, o al menos generalmente inevitado. Todos los partidos políticos incurren en él cuando tienen el poder. Como se dice en la Biblia: “Quién esté libre de pecado lance la primera piedra”. ¿Acaso Manuel Chaves, por ejemplo, y otros longevos gobernantes autonómicos, no han favorecido a “los suyos” en sus respectivas Administraciones Públicas a lo largo de tantos años?

    También abogas por el pacto entre PSE y PP. Reconozco que es legítimo, a tenor de los resultados electorales (ambos partidos alcanzan la mayoría en el Parlamento) producidos bajo las reglas de juego y arbitraje hoy imperantes. Otra cosa es que sea lo más conveniente para Euskadi en estos momentos de crisis económica, en que son tan perentorios la estabilidad institucional y los acuerdos de amplia base. Confío en que me permitas albergar más dudas que tú.

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