Purulencia política
Supura la política estos días. No sé si alguna vez no lo ha hecho. Me crea desazón comprobarlo en vísperas de elecciones (mañana hay en Euskadi y en Galicia). Y es que, como la política condiciona nuestra convivencia y nuestro bienestar, el propio y el del prójimo, deberíamos interesarnos por ella, o bien por autoestima, o por filantropía, o por ambos sentimientos. Sin embargo, qué difícil es interesarse por la política cuando se torna tan purulenta como ahora.
¿A quién no repugnan hechos como la sucia ‘guerra de espías’ de la Comunidad de Madrid, el hediondo ‘affaire Correa’ con su trama de corrupción del PP en Madrid y Valencia, la impúdica cacería del ex-ministro Bermejo, del juez Garzón y de otras ilustrísimas compañías, por mentar sólo algunos de los casos sórdidos más recientes? Para colmar mi sensación de asco, desayuno esta mañana con la noticia de que el PSOE se ha corrompido de nuevo en Alcuacín (Málaga). Tampoco puedo olvidar los casos ‘Gugenheim’, ‘Balenciaga’ y ‘Bravo’ que tanto han afeado al PNV. Nada conspira tanto contra la democracia como la corrupción. De ahí que evoque la clásica invectiva de Cicerón contra Catilina, acusado de conspirar contra la República Romana: Quosque tandem abutere, Catilina, patientia nostra?. ¿Hasta cuándo, partidos políticos, tendremos que aguantar vuestra conspiración contra la democracia?
¿Cómo no sentir grima ante el espectáculo electoral que, una vez más, nos han dado nuestros partidos políticos? Qué vanidosos candidatos. Qué vanos discursos. Qué soflamas de mal gusto. Cómo han rivalizado en salivazos dialécticos… Pus de la democracia son, sin duda, las campañas electorales. Qué ascoso es tener que elegir entre malos. Qué frustrante resulta votar al menos malo.
¿Y qué decir de los abertzales antisistema? No se abstendrán de votar, porque, en su ofuscada beligerancia, no se abstienen ni de errar. Su anunciado voto nulo camufla otro, no en blanco, sino de blanqueo. Votan por seguir blanqueando los sepulcros donde ETA excrementa sus sueños. Yerran, pues el blanqueo de la violencia nunca eliminará su indeleble fetidez.
Hoy mi voto está rodeado de niebla: la abstención no casa con la filantropía. Votar en blanco es para mi como ayunar cuando se tiene mucha hambre. Y elegir en el menú electoral que se nos ofrece me produce gran dolor de tripas. Menos mal que tengo todo un día para reflexionar y buscar un rayo de luz.