Nuevo Gobierno en España: Ensalada de sorpresas
El reelegido Presidente J. L. Rgz. Zapatero nos ha sorprendido (al menos, a mi) con la recomposición de su equipo de gobierno, y no sólo por la discriminación positiva, a favor de la mujer, que refleja el mayor número de ministras que de ministros.
Ha causado cierta perplejidad que haya prescindido de J. Caldera y de C. Narbona, quienes no lo hicieron mal en sus respectivos Ministerios de Trabajo y de Medioambiente, y, sin embargo, haya mantenido en sus puestos a la morosa Ministra de Fomento y a la anodina Ministra de Educación.
Ha suscitado asombro su osada fe en el “divino tesoro” de la juventud, al poner al frente del nuevo y arriesgado Ministerio de la Igualdad a una persona de tan sólo treinta y un años.
Con la ambigüedad de su políglota sonrisa ha confirmado en el área de Economía y Hacienda al prudente y sobrio Vicepresidente P. Solbes, pero ha dado también entrada al fogoso y exuberante M. Sebastián como Ministro de Industria y Turismo, echando al aire una moneda de “guerra y paz”.
Pero quizás lo que más ha sorprendido ha sido la designación de Carme Chacón como Ministra de Defensa. A unos por su condición de mujer, a otros por su maternal estado de buena esperanza. A mí, por la encantadora polivalencia que se le supone. Suele decirse que “quien vale para todo, no vale para nada”, pero, al parecer, no es así en el campo de la política. Quien supuestamente valía hace seis meses para revolucionar el corral inmobiliario abriendo las puertas de las viviendas a los jóvenes ansiosos de independencia familiar, se supone ahora que también vale para gestionar los patios de armas y lograr el “cierre de filas” de los ejércitos ante los vaivenes soberanos de la política. Curioso travestismo ministerial.
Ni decir tiene que algunas de las primeras decisiones del nuevo Gobierno han sido también sorprendentes, al menos, por la rapidez con que han sido tomadas. No me refiero al raudo viaje de la Ministra Chacón a Afganistán, algo que cabía prever, pues, o lo hacía ya, o tendría que posponerlo demasiado tiempo, debido a sus inminentes compromisos de maternidad. Apunto, sobre todo, a la polémica decisión de abastecer de agua a Barcelona, jugando a la semántica, es decir, enarbolando el concepto de ‘inocua conducción de aguas’ frente al de ‘trasvase discriminatorio’.
En cuanto a las medidas económicas adoptadas el pasado viernes, me ha sorprendido la decisión de suprimir ya, sin más dilación, el Impuesto de Patrimonio. Creo que no es perentorio hacerlo ahora. Se arguye que resulta un impuesto inútil, descentrado y con poca capacidad recaudatoria, pues lo eluden las personas más ricas y sólo lo pagan las de clase media-alta. Devolver a estas últimas poder de compra – se razona – puede ayudar a sostener el consumo en los próximos tiempos.
Percibo trampas en estos argumentos, o al menos, albergo dudas sobre su validez. En primer lugar, el hecho de que el impuesto, tal como está diseñado e implementado, defraude los fines pretendidos, no implica que deba suprimirse. Podría combatirse este fraude, reformándolo adecuadamente e impidiendo que las grandes fortunas lo burlen como hasta ahora. En segundo lugar, si se pretende sostener el consumo en tiempos de desaceleración económica, no parece que reforzar (con la supresión del impuesto) el poder económico de la clase media-alta sea mejor estrategia que sostener la capacidad de compra de la clase media-baja (con ayudas cubiertas por dicho impuesto), pues es bien sabido que la propensión a consumir (porcentaje de renta que se dedica al consumo) decrece conforme mayores son los niveles de renta.
Finalmente, ¿se ha tenido en cuenta que muchos (aun que no sean todos) de los que están actualmente sometidos al Impuesto de Patrimonio lo están porque se han enriquecido en el mercado inmobiliario, especulando y trajinando deshonestamente, mientras ha durado el ‘boom ?.