¿Gana el oso al toro?, o ¿estamos en una Bolsa de nadie?
– No vendas la piel del oso antes de cazarlo – advierte el pesimista.
– Tu pesimismo me hace fuerte – le contesta el cazador. ******************************************************************************************
Preámbulo.
En la tradición angloamericana se suele hablar de psicologías ‘bull’ (toro) y ‘bear’ (oso) para explicar estrategias y operaciones bursátiles que reflejan dos diferentes sentimientos, o estados de ánimo, frente al futuro. Si el ‘herd’ (rebaño) de participantes está dominado por el optimismo y, como consecuencia, se produce una persistente y duradera tendencia al alza de precios (aunque haya episódicas correcciones) se dice que el mercado es ‘bull’. Por el contrario, es ‘bear’ cuando, cargado de pesimismo, cae (y vuelve a caer si transitoriamente se levanta) por una prolongada senda de minusvalías.
No se sabe con certeza el origen de estas fáunicas metáforas. Unos piensan que se inspiran en la forma de conducirse y atacar de ambos animales: el toro se luce en su ímpetu, descaro… y cuando embiste, cornea hacia arriba, mientras que el oso se mueve más lento, cauteloso… y, cuando ataca, golpea hacia abajo con sus garras. Otros apuestan por razones fónicas: hay rendimientos ‘full’ (plenos) o ‘bare’ (desnudos) cuando el mercado sube o baja, expresiones que suenan como ‘bull’ y ‘bear’ respectivamente. Finalmente hay quienes recurren a la semántica propia de ciertos mercados a plazo o de futuros: ‘bulla’ significa, entre otras cosas, contrato, o documento sellado que incorpora un derecho o privilegio (como las medievales bulas pontificias), mientras que ‘bearer’ es poseedor o portador de una mercancía; así, quienes tienen un contrato (lacrado con un precio acordado) para recibir una mercancía en el futuro comprobarán que, cuando el mercado es alcista, su derecho (su ‘bulla’) se revaloriza, pues van a recibir algo cuyo precio excede del precio inicial acordado; por el contrario, cuando el mercado sea bajista, ganarán los ‘bearers’ de la mercancía que debe ser entregada, pues la entregarán depreciada, recibiendo a cambio un precio prefijado mayor; de aquí, ¿cómo no bromear diciendo que los ‘bulls’ campean en mercados alcistas mientras que los ‘bears’ sobreviven en los bajistas?
¿Estamos ante la ruta del toro o del oso?, o más bien, ¿en tierra de nadie?
Pero dejemos a un lado la cuestión del origen de estas metafóricas caracterizaciones bursátiles para centrarnos en la actualidad. Hay consenso en afirmar que la Bolsa ha sido ‘bull’ a lo largo del periodo 2003-2007, pero hay muchas dudas sobre si continuará así, a pesar de la severa corrección registrada, o cambiará finalmente a ‘bear’. Esta cuestión es vital para todos aquellos que viven (perdón por la redundancia) de la bolsa y se desviven por ella, y lo hacen día a día, e incluso de mañana a tarde como típicos jornaleros bursátiles, porque tardar en reforzarse como ‘toro’ o mudarse a ‘oso’, según sea el caso, puede suponerles grandes pérdidas o, al menos, dejar de ganar suculentos beneficios. Ser primero del rebaño (anticiparse) cuando se acierta con el camino siempre es lucrativo. Pero precipitarse por la senda equivocada les puede quebrantar. Es el riesgo del momento.
En esta situación se encuentran también, aunque sin tanta presión, muchos modestos inversores en bolsa que sólo pretenden obtener una razonable rentabilidad para sus ahorros, dado que, en los momentos actuales, las inversiones alternativas en depósitos y títulos de renta fija ofrecen tipos de rendimiento casi nulos o negativos, una vez descontadas la inflación y la fiscalidad. Fuera de la bolsa de valores de renta variable, de sus híbridos (FIMs) y de sus derivados (opciones, futuros y demás), no se ofrecen instrumentos financieros solventes que rindan más que el 5% TAE de rendimiento nominal, nivel que hoy en día es el umbral a partir del cual se consiguen positivas rentabilidades reales fiscalmente netas. Baste recordar en este sentido que la inflación que nos afecta supera el 4% y la tributación de las rentas del ahorro están sometidas al 18%.
Sin embargo, hay demasiada niebla en los mercados financieros para discernir con claridad qué ruta tomar, si la del toro o la del oso. Quizás, tras la reciente caída de las bolsas, estemos de momento en tierra de nadie, simplemente a merced de la volatilidad. Yo, al menos, tengo la sensación de estar en medio de una densa nube de mosquitos. Hay todo un enjambre de expertos y analistas que nos sobresaltan continuamente con la revisión, y muchas veces la contradicción, de sus opiniones previas, sumiéndonos en la confusión.
¿Cómo sobrevivir en esta coyuntura bursátil?
Mientras no se levante la niebla, o se reduzca la volatilidad, quizás no convenga embestir al futuro como un toro, ni dejarse abrazar por un oso. Yo me inclino, más bien, por ser en parte torero y en parte cazador de osos, combinando ambas actividades con prudencia. También pienso en comprar una especie de mosquitero, algo que me proteja, o suavice mis penas, ante tanta volatilidad. Me explico, empezando por esto último.
Dentro de la extensa gama de fondos de inversión que se comercializan hoy en día hay unos, llamados Fondos de Volatilidad, que ligan directamente su rendimiento a la inestabilidad de los mercados. Son fondos estructurados sobre la base de una medida de volatilidad de tal modo que permiten ganar más (menos) dinero conforme más (menos) volátil se torne el mercado. Así, quien tenga dinero en una Bolsa convulsa puede compensar su vértigo con la revalorización que obtiene participando en alguno de ellos. Ser partícipe de un Fondo de Volatilidad es una de las formas (no la única) de adquirir un mosquitero.
Frente al dilema de huir o no de la Bolsa, soy partidario de permanecer en este foso, pero toreando al optimismo desde posiciones cercanas a la barrera y al burladero. Nada de toros innobles (acciones agresivas) ni de virtuosismos taurinos que abaniquen una especulación alcista. Renuncio a porfiar por las dos orejas y el rabo, y me contento con hacer faenas de aliño. Quizás oiga algunos pitidos, es decir, me hagan sufrir algunas minusvalías bursátiles, pero me consolaré con la paga segura del torero, la rentabilidad por dividendos, que en muchos caso casos superará el 5% libre de impuestos.
También simpatizo con la idea de ir a la ‘caza del oso’, es decir, de intentar beneficiarme del pesimismo de muchos inversores. Para ello, nada mejor que traficar en esos satélites de la Bolsa que se llaman mercados de activos derivados (futuros, opciones y demás). La estrategia de caza es la de venta, adquiriendo compromisos (futuros) y/o de derechos (opciones) de venta de acciones. Si por causa del pesimismo cae la cotización de las acciones en la Bolsa, nuestros contratos de futuros y de opciones se revalorizarán y obtendremos beneficios. De este modo, habremos cazado al oso. Además, a mayor pesimismo, mejor caza.
Finalmente, a quienes tengan mucha aversión al riesgo en estos tiempos de volatilidad les propongo una forma razonable de protegerse. Consiste en combinar el toreo prudente que he ovacionado antes con una estrategia de ‘caza del oso’ instrumentada con opciones de venta pagadas con dividendos. La explico con el siguiente ejemplo.
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Supongamos que usted tiene 1.000 acciones del Santander, cuyo último precio, tras un mes de grandes y persistentes oscilaciones, es P=11€. Hace seis meses estas acciones cotizaron a 15€. Recientemente, el Sr. Botín se ha comprometido ante sus accionistas a premiarles en el 2008 con un dividendo de 0.65 € por acción, que al precio actual supone un 5,9% libre de impuestos, ya que los 650 euros de dividendos no exceden de los 1.500 euros, cifra que es umbral a partir del cual los dividendos tributan al 18 % en el IRPF (en el País Vasco).
En estas condiciones, yo le aconsejaría que siguiese en Bolsa, que no venda las acciones y se beneficie de la rentabilidad de los dividendos. Pero si es muy pesimista, temiendo que las acciones Santander van a caer todavía más, y tiene mucha aversión al riesgo, puede ayudarse intentando ‘cazar al oso’. Puede utilizar parte de los 650 euros de dividendos para comprar opciones de venta de 1000 acciones Santander y ejercerlas en el futuro a un precio de ejercicio PE = 11, igual que el precio actual. De este modo, si la cotización cae, por ejemplo, hasta 8 €, confirmándose así su pesimismo, usted ganaría 3000 euros por las opciones, cantidad que compensaría la pérdida de valor de sus acciones. La ganancia vía opciones estriba en que usted tiene un derecho a vender por 11 lo que vale 8.
Obviamente si su pesimismo no se confirma, y la cotización de las acciones Santander no bajan sino que se mantienen o suben, sus opciones de venta carecerán de valor. Pero en ese caso, tampoco habrá experimentado pérdidas en el valor de sus acciones.
Lo único que habrá perdido en ambos casos es lo que ha pagado por comprar las opciones de venta, parte del botín de 650 euros de dividendos. Es como si hubiese pagado un seguro contra riesgos bursátil, siendo la prima del seguro parte de los dividendos. Ir a la ‘caza del oso’ con opciones de venta es asegurar el valor de nuestras acciones.