J. Tobin en Copenhague

 Esperemos que en la Cumbre de Copenhague, a pesar del “escándalo de los e-mails”, se imponga el buen juicio y se tomen medidas radicales contra la  desequilibrante dinámica de contaminación atmosférica, esa desbordante emisión de gases que amenaza con derretir nuestro futuro con su sombrío “efecto invernadero”. 

Atrapados

Atrapados

Y esperemos también que en alguna próxima cumbre del G -20, a pesar de la escandalosa renuencia de algunos faunos financieros, prospere la vieja propuesta (de los años setenta) de James Tobin para combatir riesgosas poluciones en los mercados de divisas, esto es, el establecimiento de un impuesto sobre las transacciones cambiarias gaseosas o especulativas.

La idea de Tobin, extendida hoy por sus partidarios- tras la crisis de las hipotecas “subprime” y su propagación internacional- a más operaciones financieras que las meramente cambiarias, guarda así cierta concordancia con lo que postulan los ecologistas, que “quien contamine, pague”.

La analogía entre la especulación financiera y la contaminación atmosférica se ha agrandado. Así, ambos fenómenos desbordan las fronteras, convirtiéndose en problemas planetarios cuya solución exige medidas comunes o compartidas. También suscitan controversias desaforadas en las que filias y fobias llevan a los argumentos hasta los confines de la falacia.

No me adentraré, hoy aquí, en esta dialéctica resbaladiza con el fin de separar las buenas de las malas razones. Sólo pretendo apelar al impuesto Tobin para socorrer un flanco débil de las estrategias ecologistas. Como es bien sabido, muchos países pobres en vías de desarrollo, o con economías emergentes (como ahora se dice) no pueden afrontar los costes de una reconversión energética que les haga menos contaminantes. Pues bien, la propuesta Tobiniana, además de echar arena a las ruedas- demasiado engrasadas- de la especulación financiera, tiene un gran potencial de recaudación de recursos que podría resolver este problema.

¿Saben ustedes que sólo en los mercados de divisas se intercambian diariamente, como promedio, cantidades que superan el trillón de dólares? ¿Y que imponiendo una tasa tan reducida como un 5 por diez mil (5 puntos básicos en el argot financiero) se podría recaudar al año más  recursos que toda la ayuda oficial que actualmente se destina a los países pobres? Este potencial recaudatorio es suficientemente probable incluso teniendo en cuenta los riesgos de evasión del impuesto y de achicamiento de su base imponible (por «efecto Laffer»).

Liberados

Liberados

¿Por qué, pues, no recurrir al impuesto Tobin en Copenhague?  Hoc tributum decet, constitueri potest, ergo constituendum est.

Categories: Reflexión

Comments

  1. Mikel
    Mikel 9 diciembre, 2009, 08:41

    Sólo añadir una palabra al dicho: «Quien contamina paga y repara»

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