El Sino de Euskadi: ¿Entre el «Sí» del Tribunal de Justicia UE y el «No» del Tribunal Constitucional Español?
El mismo día que el TJ-UE dijo “sí” a la soberanía fiscal vasca, el TC-E dijo “no” a lo que muchos entienden como primer paso hacia la soberanía política de Euskadi, la Ley de Consulta. El “no” fue unánime y categórico, lo que ha provocado entre los promotores de la Consulta duras reacciones como son unas destempladas descalificaciones del sistema judicial (Ibarretxe llegó a decir que “se atropellaba la democracia” y otros han tildado a los miembros del TC-E de “jueces comprados”).
Pero…¿son realmente tan corruptos, en cuanto politizados o succionados por sus prejuicios políticos, todos y cada uno de los doce magistrados del TC-E? ¿O es, más bien, la propia Constitución Española, que interpretan y aplican, lo que bloquea la posibilidad de la Consulta? Si nos guiamos por el “principio de Ockham”, que dice: “De dos posibles explicaciones alternativas, la más verosímil es la más sencilla”, deberíamos dar crédito a la segunda, porque, en efecto, pensar que la Constitución Española, que en esta cuestión coincide con las de casi todos (por no decir todos) los países democráticos, está escrita de modo que en su articulado no se contemplen resquicios de autodisolución (ceder soberanía política o compartirla es disolverse) parece una hipótesis más sencilla que la otra, la de suponer que existe una flagrante corrupción política de todos los miembros del TC-E, sin excepción alguna.
El Sino de Euskadi.
“Todo fluye”, nos advirtió Parménides hace ya muchos siglos. Y en efecto, la corriente de cambios habida en el País Vasco, en España y en Europa a lo largo de los últimos treinta años ha sido de tal magnitud y fuerza que quizás haya desbordado muchos de los cánones de la Constitución Española de 1977. De ahí que no sea insensato demandar cambios en esta ley fundamental, apertura de puertas o ventanas por donde se cuelen nuevas fragancias democráticas y se esfumen tufos residuales de épocas predemocráticas.
Ahora bien, ETA, a bombazos, nunca va a poder abrir boquetes en la Constitución, grietas siniestras por las que el pueblo vasco pueda huir hacia su futuro. Tampoco creo que el nacionalismo democrático pueda encontrar acomodo o salida, según se mire, para sus aspiraciones de mayor autogobierno, o de autodeterminación, o de lo que sean en una ruta hacia la independencia, a no ser que proceda con persuasión democrática, es decir, acreditando tener un apoyo de la sociedad vasca que sea claro (expresado sin coacciones ni amenazas) y no inferior al otorgado en su día al Estatuto de Gernika (de lo contrario, habría retroceso democrático). No creo que las Cortes de España se opusiesen a la voluntad, libremente expresada, de una mayoría de ciudadanos vascos igual o mayor que la que aprobó el Estatuto.
No sé cual es, o debiera ser, o finalmente será el destino de Euskadi, si dentro o fuera de España, si con los siete territorios históricos o con los tres de la actual CAPV o con Guipuzkoa y Bizkaia o sólo con Guipuzkoa, si comunista, socialista, conservador o nepotista, si católico, musulmán o laico… Reconozco que estoy algo cansado de consideraciones teleológicas como éstas; será por la edad, pero prefiero ya seguir el consejo del ilustre Horacio, su famoso “carpe diem”, y disfrutar de nuestro buen momento. Porque… veamos hasta dónde hemos llegado con la soberanía fiscal que nos acaba de avalar el Tribunal de Estrasburgo.
Según el Eustat, Instituto Vasco de Estadística, el País Vasco figura (con fecha de Diciembre del 2007) en tercera posición dentro de
l ranking mundial de Desarrollo Humano elaborado por las Naciones Unidas, sólo por detrás de Islandia y Noruega. He aquí la dirección electrónica donde el lector puede encontrar información más detallada al respecto: http://www.eustat.es/elem/ele0004300/not0004395_c.html. El índice que utiliza el PNUD para elaborar esta clasificación tiene en cuenta tanto variables económicas como indicadores de educación, salud y esperanza de vida. Estamos pues en un nivel de desarrollo humano envidiable.
No pocos se preguntan si merece la pena arriesgar el nivel de bienestar alcanzado porfiando en planear y promover trayectorias políticas conflictivas. Es una lástima que Ibarretxe no nos pueda consultar sobre ello, sobre si preferimos “pájaro en mano a cientos volando”.