Zorionak, IEP
El acto de celebración fue más emocionante que solemne. Dominó el sentimiento al pensamiento y prevaleció la concordia sobre la discordia. Nos precalentó los ánimos la fogosidad con que Aurora Alonso, actual directora del IEP, repartió honores, y nos los templó después el humor sirimiri con que Javier Gardeazabal evocó las sensaciones que tuvo como primer becario. A continuación, hablaron los cinco fundadores: el exquisito Juan Urrutia nos regaló una vez más su fulgor, y el sólido Salvador Barbera nos enterneció licuándose con su nostalgia; tras escuchar a un inquisitorial Federico Grafe que nos regañó con una homilía catártica, una ponderativa Mª Carmen Gallastegui nos calmó con su saber ‘ser y estar’. Finalmente, la pragmática Inmaculada Gallastegui nos mostró que para tener lucidez no es necesario el lucimiento. Entre anécdotas nostálgicas, reflexiones festivas y alguna que otra adusta declaración, se reconocieron logros, dificultades y necesidades. Y obviamente, se hicieron votos por el futuro, aunque quizás sonaron más simples que solemnes.
En cuanto a mí, que pertenecí al IEP entre 1984-1990, este aniversario me provocó también el hervor de ciertos recuerdos. Cuando miro hacia atrás, recuerdo haber vivido en la Academia tiempos líricos, elegíacos, cómicos y épicos; afortunadamente, ninguno trágico. Pues bien, el sexenio que pasé en el IEP resultó ser mi experiencia más épica. El otro día, mientras escuchaba a mis líderes de entonces (y hoy amigos), sentí cómo se enorgullecían mis pequeñas cicatrices y refulgían mis modestas medallas.
La celebración de edades, como ésta del IEP, suele suscitar también otro sentimiento, la esperanza, o sediento mirar al futuro. ¿Qué espero yo del IEP? O al menos, ¿qué quiero esperar de él? Repetiré algo que dije a mis colegas de la Universidad de Cantabria hace un mes cuando me despedí de ellos: si, como dicen que dijo André Gide, “En la belleza de una ola lucen también las olas que la precedieron y se retiraron”, yo, que soy una vieja y pequeña ola retirada del IEP, quisiera poder seguir luciéndome en las olas que sigan. Es mi esperanza.